Muchos amigos suelen preguntarme el
motivo de mi reiterado interés periodístico por todo lo que sucede
en la Almería política y económica. La respuesta es bien sencilla:
aquella entrañable y acogedora provincia andaluza, ha sido
convertida por la política en las últimas décadas en una especie
de laboratorio de la omertá – ley del silencio- donde,
difícilmente, se hallarán grandes disensiones o denuncias entre los dos grandes
partidos y entre quienes les rodean o manejan desde las sombras
político-económicas de la provincia.
Eso es lo llamativo en una tierra
acogedora y hospitalaria donde, miles de honrados ciudadanos, han
sido capaces con su trabajo diario cambiar el PIB de una desértica y
finalmente productiva Almería. Y donde, además, la clase política
dirigente vive instalada en la corrupción política y económica más
vergonzante, campando por sus respetos y sin el más mínimo pudor en
la mayoría de ocasiones.
La política de no agresión entre el
PSOE y el PP, que debilita los pilares del sistema democrático de partidos, se institucionalizó hace bastantes años, cuando
dirigía los destinos socialistas de la provincia Martin Soler, con un Gabriel Amat
al frente del PP que felizmente sobrevive hoy a todos los cambios climáticos.
Las broncas entre socialistas y
populares en estos años se han limitado a cuestiones menores,
políticas del día a día, todo ello en un clima de leal oposición
y siempre políticamente correcta.
Llegó en 2009 la Operación
Poniente, extrañamente paralizada a día de hoy en un juzgado de
Almería, y apartó de la circulación política al sector más duro
de la derecha del PP; fue Juan Enciso y los suyos, los que acabaron
fundando el PAL y con algunos compinches en la cárcel, entre ellos el
propio Enciso. Aquella
operación judicial, impulsada desde la Fiscalía Superior de
Granada y desde la Fiscalía Anticorrupción, quedó inconclusa tras
abandonar el juzgado nº 2 de Almería la magistrada Montserrat Peña.
A su marcha, el voluminoso sumario y piezas separadas de la OP, quedó
sumido en el olvido más desesperante. Especialmente para los casi 70
imputados en la causa y con casi 500 millones públicos desaparecidos,
solo de las arcas del ayuntamiento de El Ejido.
Para algunos juristas,
conocedores
de las tripas del sumario, de haber continuado la investigación al
mismo ritmo que se llevó con la anterior jueza, es muy posible que
se hubiesen traspasados los límites geográficos, económicos y
políticos de El Ejido para entrar en Roquetas, camino de Almería.
(Que entre los imputados esté el dueño de la empresa que recauda
los impuestos de los almerienses, conduce necesariamente a pensar que
la trama descubierta pasa o acaba en la capital.)
Lo cierto es que, habiendo estallado
una gran bomba de corrupción en la derecha con la OP, con dirigentes
políticos
de por medio que un día lo fueron del PP, el PSOE guardó silencio y
nunca se aprovechó de la debilidad muy notable de su gran adversario
en el eterno bipartidismo almeriense. Para nada comparable la actitud
socialista con la capacidad de presión y desgaste que hace actualmente
el PP con
el caso EREs frente a Griñán en
Sevilla. Claro que entonces, 2008, el PSOE-A antepuso a los intereses
generales un pacto vergonzante, bajo la mesa, con la extrema derecha del
PAL
para dirigir en la sombra durante años la Diputación Provincial.
Pacto, por cierto, que bendijo urbi et orbe el mismísimo
Manuel Chaves González, como presidente de la Junta y SG del PSOE-A
en una de sus muchas visitas a Almería.
Y así iba a transcurrir la hoja de ruta
política de los dirigentes almerienses de la derecha y de la
izquierda, practicando al unísono el consabido vamos a llevarnos
bien, todo lo que haya que llevarse .
La caída de Martín Soler y Diego
Asensio al frente de la Agrupación Provincial socialista, auspiciada
desde Sevilla por el propio Jose Antonio Griñán, situó en la Secretaría Generala un joven
dirigente que antes había sido
alcalde de Chirivel. También estrecho colaborador de Fuensanta Coves
en Medio Ambiente. Nombrado posteriormente director general por Soler
en su etapa como titular de Agricultura, acabó situado como mascarón
de proa de una operación para arrebatar la mayoría a quiénes la
habían retenido durante década y media con Soler al frente. La
operación bien podría haberse llamado cómo matar al padre.
Tras unos congresos a cara de perro,
finalmente el aparato de San Vicente impuso una nueva línea que
debería ejecutar el recién elegido Secretario General José Luis
Sánchez Teruel, que obtiene entorno al 80% del respaldo del
congreso. Un apoyo suficiente para afrontar,
aparentemente sin complejos, hipotecas ni ataduras con el pasado, una
nueva etapa especialmente dedicada en sus inicios a renovar profundamente los
cuadros del partido y profundizar en una nueva forma de ejercer la
oposición a la poderosa derecha. Alejada, se suponía, de aquellas
otras maneras que tanta quietud y complicidad distribuyó en la omertá política almeriense, capitaneada durante muchos trienios
por Amat y Soler, sus verdaderos ideólogos y ejecutores.
No en vano, el único poder real que le queda
al PSOE en Almería en la actualidad, amén de cuatro o cinco
alcaldías de pueblos, está en las delegaciones de la Junta, gestión
que el PSOE comparte con IU.
Llegan los escándalos al PP
Pero los escándalos de corrupción
empiezan a salpicar duramente al PP y nuevamente el PSOE opta por la
misma política de antes. Guardar silencio y mirar para otro lado,
sin duda una política de avestruz bien amaestrado.
En el mejor de
los casos es un tercera fila quien se explaya en un comunicado,
perdido en Internet, - porque los medios convencionales se ocupan de
otras cosas-, (amén de firmar convenios urbanísticos) a cuenta de
esta o aquella decisión adversa para los políticos del PP como
Gabriel Amat, quien últimamente parece que colecciona las sentencias
a manojitos.
Sánchez Teruel ha comentado para
justificar su prudente actitud que no convenía precipitarse en el
ataque directo a Amat y al PP ya que, confesaba, podrían hallarse “a
compañeros del partido” mezclados en los negocios más
inverosímiles, de ahí que mantuviese una discreta posición ante
los reiterados escándalos en la derecha, “para que no nos
salpique”. Era una clara referencia al histórico portavoz del PSOE
de Roquetas, Ortega Paniagua, vinculado a empresas y socios del clan
Amat, según se documenta por Internet.
El último escándalo sonoro ha afectado a la actual delegada
del Gobierno en Andalucía, Mari Carmen Crespo, a quien la Justicia
le ha tumbado una subasta, realizada en su época de alcaldesa
popular de Adra, porque que tenía que ser con la forma jurídica de
concurso público. Seis millones de euros de 2009 por unos solares
cercanos al mar y cuyos fondos no se saben muy bien a donde fueron a
parar ya que, según dice el juez de lo Contencioso, no estuvieron
destinados a viviendas de Protección Oficial como debería haber
sido y marca la Ley.
Por otro lado, la Guardia Civil, a
instancias de un Juzgado y por denuncia de la Agencia Tributaria,
intervino la sede del principal holding empresarial de Miguel Rifá
en Roquetas, empresario cercano al PP y a Gabriel Amat y que ya
apareció vinculado a la Operación Poniente en operaciones de compra
venta de terrenos no declaradas a Hacienda. Y en el PSOE ni siquiera
mueven un músculo para interesarse por las variantes políticas de
esta intervención judicial, que las tiene según todos los indicios.
Desde el verano hasta aquí, silencio por todos lados, nadie
pide -ni para quedar bien- una comisión de investigación, mientras
que una docena de muy notables empresarios almerienses, Rifá entre
ellos, permanecen imputados en un abultado sumario por la presunta
comisión de numerosos delitos de carácter económico.
A todo esto, observando los movimientos
en el seno del PSOE de Almería, uno se da cuenta fácilmente del
motivo por el que los socialistas almerienses no pueden atender la
reclamación de transparencia que demanda la sociedad y el electorado
que les da la espalda. Están a lo suyo, enfrascados ahora en una
operación maquillaje donde todo debe cambiar para que todo siga
igual.
Y ahí tienen a todo un secretario general, Sánchez Teruel,
más preocupado por las escaladas y tirones de la ambiciosa ex
martinista Adela Segura, que intenta por todos los medios hacerse con
el poder del aparato provincial y neutralizar a Juan Carlos Perez Navas, uno de
los pocos dirigentes socialistas no contaminados por la corrupción.
O cómo se recolocan con nuevas responsabilidades a cargos de
confianza del martinismo, caso de la antigua secretaria de
organización, hoy flamante coordinadora del grupo municipal
socialista en Almería, o resitúan a uno de los hombres del clan de
Soler en Terque/Alhama, nombrándole coordinador de las delegaciones
de la Junta.
Visto lo visto, o mucho me equivoco o
Griñan puede que haya fracasado en su intento de renovación del
partido en Almeria, al haber elegido a una persona sobre la que
pueden concurrir solamente dos circunstancias: o no está capacitado
para liderar la recuperación del PSOE frente a un potente y
hegemónico PP, o solo ejecuta el manual de funcionamiento del
partido que dejó en herencia en el cajón de la SG, Martín Soler Márquez.
Con los gestos como opositor y con los
nombramientos internos en marcha, más bien parece lo último. De
cambio, nada. Más de lo mismo en el PSOE de Almería.
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