BARCELONA.- Almería se extiende en una de las esquinas de la península ibérica, frente a un azul Mediterráneo, próximo al extravagante paisaje del Cabo de Gata y alrededor de un paisaje sediento y lunar. La ciudad la preside la Alcazaba, punto de partida desde primera hora de la mañana, según la sitúa El Periódico.
Desde sus espacios patrimoniales, ubicados en el cerro de San Cristóbal,
se advierte una impagable vista de la capital, de sus barrios viejos y
populares, de las alamedas que miran al mar y de su animado puerto. La
Alcazaba es el monumento hispanomusulmán más importante de la provincia, construido durante el emirato omeya como la avanzadilla de aquella cultura frente al Mediterráneo y sus pueblos.
Un casco histórico lleno de sorpresas
El centro histórico de Almería tiene su epicentro en la plaza de la Constitución, conocida popularmente como la plaza Vieja. Es barroca y rectangular y ocupa el solar donde antiguamente se hallaba el centro de la medina musulmana.
Situada a los pies de la Alcazaba, la plaza está presidida por una alta columna de mármol conocida como el Pingurucho de los Coloraos,
en honor a los liberales constitucionalistas que trataron sin éxito de
provocar un levantamiento popular en 1824 contra el régimen absolutista
de Fernando VII. El edificio que domina la plaza es el Ayuntamiento.
En torno a la plaza abren arcos de medio punto en cuyos soportales
había hasta hace unas décadas mesones y tiendas tradicionales.
A los pies de La Chanca, un barrio retratado por
algunos de los fotógrafos más célebres del país y descrito por numerosos
escritores de mitad del siglo pasado, se halla Pescadería, otro enclave popular, pintoresco y marinero. El parque Nicolás Salmerón,
sombreado por árboles de generosas sombras, corre paralelo al puerto.
Las calles que suben hasta los barrios viejos de la ciudad son estrechas
en esta parte de la ciudad y están adornadas por casas de aliento
colonial, con grandes puertas y ventanas enrejadas. A mediodía conviene
entrar en la plaza de la Catedral. En su rectángulo crecen altas palmeras. Desde fuera se antoja una fortaleza en lugar de un templo religioso. En el siglo XVI ocupaba el centro del recinto amurallado.
Sus impulsores pretendían aportar un aire militar
debido a las sucesivas sublevaciones moriscas o a los ataques de los
piratas berberiscos que amenazaban la ciudad. El impulsor del templo fue
el obispo Diego Fernández Villalán. Simboliza el paso de la ciudad musulmana a la ciudad cristiana.
Las obras comenzaron en 1524 sobre los pilares de la antigua mezquita aljama y se prolongaron hasta 1795. Durante ese tiempo la Catedral asumió los cambios de los estilos arquitectónicos de cada época, del gótico al barroco pasando por el renacimiento.
En torno a la Catedral abundan los buenos
restaurantes y los bares con cocina tradicional donde no faltan los
pescados y mariscos frescos que a diario llegan a las lonjas del cercano puerto. Una de las delicias gastronómicas de la cocina almeriense es la gamba roja de Garrucha
que se sirve a la plancha o en guisos tradicionales. No puede faltar el
vino de la tierra, procedente de Laujar y el resto de los municipios de
la Alpujarra.
La tarde hay que dedicarla a recorrer la ciudad contemporánea. La barroca iglesia de Santiago mira a la plaza Flores, centro comercial abierto situado al lado de la plaza de San Pedro, donde se halla la iglesia con el mismo nombre.
Hasta mediados del siglo XVIII este lugar fue huerto del convento de San Francisco. Desamortizado, Almería construyó en él una glorieta romántica de
la que sólo queda el recuerdo en los grabados de la época. La iglesia
que preside la plaza es el mejor ejemplo del estilo neoclásico en la provincia de Almería.
Puerta Purchena es otro de esos lugares emblemáticos
de la ciudad. Fue en época árabe una de las entradas a la ciudad
amurallada. Hoy es un cruce de caminos, una encrucijada de calles que unen la ciudad antigua y moderna.
Sus edificios modernistas fueron el resultado de las riquezas que a principios del siglo XX entraron en la ciudad, al amparo de la industria minera y de una agricultura boyante. Las calles Granada y Murcia acogen casonas historicistas y continúan siendo arterias comerciales y animadas a cualquier hora del día.
De Puerta Purchena parte el Paseo de Almería, la calle más burguesa y destacada de la ciudad. En la acera derecha se halla la plaza del Educador donde sobresale el edificio de Correos y Telégrafos.
El Paseo desciende en suave cuesta buscando el mar y deja a un lado y
otro una hilera de árboles que le dan un aroma de bulevar señorial. El Círculo Mercantil e Industrial posee veladores y terrazas donde descansar y un centro abierto a exposiciones y actos culturales.
Ha caído la noche y en torno a estas calles y paseos abren sus puertas tabernas tradicionales con encantadoras terrazas al aire libre donde degustar una copa acompañada por una sustanciosa tapa, una miniatura gastronómica que se sirve gratis con la bebida.
Aún después de cenar nos quedará ganas para un último paseo en torno a la Rambla, una de las intervenciones urbanísticas más importantes de Almería de los últimos años. Une la entrada de la ciudad con la zona portuaria, donde se halla El Cable Inglés y la animada playa del Zapillo.
En su recorrido, urbanista y arquitectos proyectaron un espacio
diáfano, ameno y funcional, con zonas de recreo, recorridos en bicicleta
y zonas con actividades para todas las edades.
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