SEVILLA.- La decisión de Teresa Rodríguez de desvincularse de Podemos amenaza con dinamitar la izquierda andaluza en tres sentidos: primero, porque rompe el partido morado
definitivamente; segundo, porque provoca una crisis de lealtad con
Izquierda Unida en Adelante Andalucía; y tercero, porque aleja cualquier
posibilidad de acercamiento al PSOE
para articular una estrategia conjunta de oposición frente a un
gobierno que, pese a sus debilidades (en coalición y en minoría), ha
llegado al aniversario con una solidez difícil de imaginar en el
arranque de la legislatura en enero de 2019.
El Ejecutivo de Juan
Manuel Moreno puede hoy respirar más tranquilo porque, si la fuerza del
centro izquierda y de su labor de oposición ha de llegar por el camino
de la unidad, hoy esa senda es un campo de minas y quienes tienen que pilotar la estrategia de confluencia prácticamente no se hablan.
La alternativa al Gobierno de la derecha no puede pasar por el Partido Socialista ni por el susanismo,
decía este viernes el alcalde de Cádiz, a quien veremos poco a poco ir
ganando peso y proyección en el proceso de construcción del nuevo
partido impulsado por el sector de los Anticapitalistas. «Para nosotros
es prioritario construir un muro a la posibilidad del gobierno de la derecha de nuestra tierra que no pase por el susanismo», afirmó José María González Kichi.
Ni él ni Teresa Rodríguez
parecen dispuestos, por tanto, a recorrer el camino del acercamiento al
PSOE, ni al de Pedro Sánchez ni al de Susana Díaz. De hecho, la
decisión de Pablo Iglesias de meter a Unidas Podemos
en el gobierno de coalición ha sido una de las coartadas para la
ruptura del matrimonio Rodríguez-González con la dirección estatal de
Podemos.
La falta de entendimiento entre Rodríguez y Díaz ha sido a lo largo del último año un obstáculo insalvable
para la convivencia en la oposición parlamentaria. Y ese veto al
susanismo sigue siendo parte del ideario para quienes pretenden
revitalizar la izquierda a la izquierda del PSOE.
Pero es que la
operación impulsada por Teresa Rodríguez no solo tiene pocos visos de
rehacer los puentes con el PSOE sino que ha dinamitado también la
relación con Izquierda Unida, que empezó a deteriorarse desde el relevo de Antonio Maíllo por Toni Valero.
La coordinadora general de Podemos Andalucía ha dado el paso de convertir Adelante Andalucía en un partido político sin siquiera hablarlo previamente con sus socios de IU, con los que comparte un grupo parlamentario en el que la coexistencia será a partir de ahora mucho más complicada.
El grupo parlamentario
Rodríguez
controla el grupo porque 11 de los 17 diputados son de Podemos (el
resto son de IU). Tiene, por tanto, mayoría en la toma de decisiones y
difícilmente se le podría apear de la presidencia de ese grupo. Pero es
que también tiene la llave de la caja de la asignación que esos diputados reciben para el desempeño de sus labores (al margen de sus sueldos).
Está por ver, sin embargo, si puede disponer a su antojo de la marca
Adelante Andalucía, pues Toni Valero ha cuestionado públicamente que
pueda utilizarse para fines diferentes para los que en su día se creó la
plataforma electoral.
Cabe esperar que esos 11 diputados de
Podemos en el grupo parlamentario permanezcan fieles a Teresa Rodríguez,
dado que, en la confección de las listas para las autonómicas del 2D,
la coordinadora general hizo ya una purga con la que se
garantizó un equipo compacto y sin disidentes. Por eso se quedaron
fuera de la candidatura ex parlamentarios como Carmen Lizárraga o
Esperanza Gómez, cercanos a Íñigo Errejón.
El núcleo duro de
Adelante Andalucía en torno a Teresa Rodríguez, la mayoría del sector de
Anticapitalistas, se ha formado por tanto mediante un proceso de
decantación que ha ido dejando de lado paulatinamente a errejonistas, pablistas
y ahora también a los aliados de Izquierda Unida, con los que ya la
guerra es total. Pero Rodríguez sostiene paradójicamente que así se
construye la «casa común».
Y, si en la izquierda a la izquierda del PSOE el ambiente está así de enrarecido, en el partido de Susana Díaz la situación no es mucho mejor. El viaje argumental que la ha convertido en una sanchista conversa en los últimos meses no le garantiza ni mucho menos la continuidad. Por el contrario, abunda en una imagen de Susana Díaz entregada a quien, en cualquier momento, puede poner en marcha la maquinaria de su relevo, si no lo ha hecho ya.
Con esta deriva autodestrutiva,
el Gobierno de Juan Manuel Moreno tiene enfrente de sí una oposición
deshilachada que, de momento, sólo le da disgustos serios por el flanco
de Vox, los socios ocasionales que no bajan la presión. Aunque,
curiosamente, también en Vox ha tenido efecto esta suerte de maldición
que desdibuja a los cabezas de lista del 2D, pues el juez Francisco
Serrano es hoy un diputado ninguneado dentro de su grupo parlamentario.
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