Andalucía cumple 40 años de Estatuto y Autonomía pero no tiene peso
ni influencia en España, ni fuera de España. Andalucía sin el
‘Andalucismo’ no es nada, y así le va. Y mucha culpa de ello la tienen
los pasados gobiernos del PSOE que montaron en el Sur un régimen
clientelista de poder que se acabó hundido en el pantano de la gran
corrupción de los ERE. Y ahora, y de sobra conocido el centralismo
vocacional del PP y Cs, todo apunta a que Andalucía seguirá postergada
en la falsa España plural.
Resulta escandaloso que el Partido Regionalista de Cantabria, con un
solo escaño en el Congreso de los Diputados, consiga el AVE a Cantabria.
O que ERC con 14 escaños amenace y ponga de rodillas al gobierno de
España. Y que Andalucía ¡con 61 escaños!, el tercer partido de España,
no tenga en el Estado y el Gobierno el peso decisivo que debe tener
porque sus diputados son palmeros de los partidos nacionales.
Y porque se acosó y se perdió el andalucismo de la Transición, que
pusieron en marcha -durante la oposición al franquismo- unos brillantes
políticos que reivindicaron el discurso de Blas Infante y fueron los
primeros dirigentes de Partido Andalucista, Alejandro Rojas Marcos,
Miguel Ángel Arredonda, Luis Uruñuela, Diego Los Santos y José Aumente.
Políticos de prestigio a los que Andalucía les debe un homenaje y cuyo
legado y andadura alguien debería reivindicar y relanzar.
Pero hay más. Andalucía debe ser el guardián de la unidad y
solidaridad de España, máxime a la vista del continuo chantaje vasco y
catalán, los que se llevan la parte del león en todos los repartos que
se hacen en Madrid, con el PSOE o con el PP.
De manera que, si el acuerdo al que se llega en la Mesa de Diálogo de
los Gobiernos de España y Cataluña incluye concesiones de soberanía
nacional, mejoras de competencias y de ayudas financieras con las que se
rompe la solidaridad Inter regional de España, y todo ello se eleva a
una consulta solo en Cataluña, que rompe la soberanía nacional. Si todo
esto ocurre Andalucía debe de celebrar una consulta sobre las
concesiones a Cataluña para que los andaluces opinen sobre ello. Y lo
mismo deberían de hacer el resto de las Comunidades Autónomas de España.
Pero empezando por Andalucía, que es la Comunidad de mayor población
(más de 8.300.000 habitantes), la segunda en extensión geográfica detrás
de Castilla León, la más solidaria de nuestro país y la única que, con
sobrados motivos históricos, podría reclamar el título de nación.
Porque ya lo fue en la Península Ibérica durante siglos con el
Al-Andalus, y porque Andalucía tiene incontestables signos de identidad y
una cultura y folklore propio y universal que trasciende nuestras
fronteras. Como tuvo tiempo atrás el idioma Árabe y ahora el Castellano,
dos lenguas y culturas importantes en el mundo de antes y de ahora.
Nada que ver con las imposturas históricas y culturales y
minoritarias del País Vasco y Cataluña que nunca fueron unas naciones
independientes y cuyos idiomas son marginales y regionales en España y
sin trascendencia cultural internacional.
Y hora es que Andalucía se haga oír en España y en el mundo, como
tal, en vez de ser un apéndice de los partidos nacionales y de viajar en
el vagón de cola y a remolque del indecente victimismo insolidario de
vascos y catalanes y del poderío económico y centralista de Madrid.
Algo que Andalucía debe de superar recuperando la conciencia
Andalucista que le llevó a su Autonomía, para que estos festejos que
ahora se celebran, excluyendo y olvidando a los Andalucistas, dejen de
ser una pantomima de con la que se busca tapar la discriminación del
pueblo andaluz por parte del gobierno central. Lo que seguirá pasando
hasta que los andaluces vuelvan a la senda del Andalucismo y empiecen a
reclamar el ‘poder andaluz’ con la misma fuerza y convicción que hoy lo
hacen los gobiernos vasco y catalán.
(*) Periodista andaluz
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