MÁLAGA.- Litoral andaluz,
puerta de entrada de la droga a Europa. Un ecosistema delincuencial en
el que conviven grupos organizados marcados por su carácter
transnacional, una violencia gangsteril y un cierto
glamour chusco regado con largas noches de fiesta en las discotecas más
exclusivas; junto a narcos forjados en la cultura de barrio, con un
marcado carácter territorial y que convierten las calles en pasillos de
su particular supermercado de la droga. Una delincuencia enraizada en el
corazón de las ciudades, que se soporta como ese dolor de muelas
recurrente, pero que es igual o más destructiva para una sociedad que
los grandes traficantes.
La barriada de La Palmilla
de Málaga ha sido el último escenario donde se ha palpado la fortaleza
de estos clanes familiares. Un poderío apuntalado en el miedo que
paraliza a vecinos y dirigentes políticos y que días atrás se cobró una
vida inocente.
Mateo, un jubilado de 74 años, moría en su casa al ser atravesado por una bala
perdida de la última balacera entre Los Puercos y Los Charros. Un
episodio que no es nuevo en Andalucía. Ocurrió igual en 2008 en esta
misma barriada.
Y en mayo de 2016, una niña de siete años perdía la vida
en circunstancias similares durante una disputa entre Los Perla y Los
Mariano en el barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas.
"Zapato
beige, hijo de puta", se podía leer hace años en la puerta de una
vivienda de La Palmilla. Era el particular mensaje de amor de los clanes
a Antonio -nombre ficticio-, un agente que durante casi una década les
golpeó con fuerza desde el Grupo de Pequeño Tráfico de
la Comisaría Provincial de Málaga y al que sólo podían identificar por
el color de su calzado.
Bautizados como los mascaritas -porque
siempre actuaban con pasamontañas-, era rara la semana que los miembros
de esta unidad no reventasen un par de puntos de venta de drogas.
Viviendas cuyos accesos derribaban con un ariete en el
que se podía leer una declaración de intenciones: "Avon llama a tu
puerta". Pisos que acabaron convirtiéndose en auténticos búnkers
protegidos por perros de presa y rejas de entrada que electrificaban con
una batería.
Conocedor de la idiosincrasia de estos grupos delictivos, explica que tradicionalmente se han construido a través de una estructura
familiar que "es su principal fortaleza para perpetuarse en el tiempo".
Cada miembro que cae en combate es rápidamente sustituido por otro
elemento latente, "que puede ser un hijo, un sobrino o un primo", y que
desde joven ha estado aprendiendo el negocio. Organizaciones que se
sustentan en lazos afectivos y emotivos. Cómo una malla metálica.
Entrelazados.
La actividad principal de estos clanes, que un mando
policial define sin tapujos como "criminalidad organizada autóctona",
ha sido tradicionalmente el menudeo de droga. Un negocio
asentado en las grandes urbes que, paradójicamente, se nutre en parte
del dinero de todos: "Hay que tener en cuenta que un porcentaje elevado
de toxicómanos acaban desarrollando enfermedades crónicas, por las que
la Administración les concede una paga o ayuda que finalmente utilizan
para comprar las dosis", apuntan las fuentes consultadas, que lamentan
la ausencia de controles más exhaustivos para limitar este flujo.
Para hacerse una idea de las grandes ganancias
que reporta la venta al por menor de estupefacientes únicamente hay que
atender a un dato que extrae el citado agente: "En un día normalito,
durante unas cuantas horas, sacaban al menos 600 euros, sin moverse de
casa"
El revuelto -mezcla de cocaína y heroína de baja calidad- fumado, "afortunadamente" fue sustituyendo al consumo de heroína
inyectada, aunque se está percibiendo un repunte de esta sustancia que
se traduce en un incremento de los robos con fuerza en vehículos, los
atracos a punta de navaja o los tirones. No obstante, el gran nicho de
negocio actual es el cultivo y venta de marihuana.
"Es muy rentable
económicamente y menos penada" que otras drogas, apunta un investigador,
que lanza la siguiente pregunta para hacer hincapié en la primacía de
esta sustancia: "Cuando vas por la calle y te llega humo que no es de
tabaco, ¿huele a hachís o maría?"
El barrio de Almanjáyar,
en la Zona Norte de Granada, conoce bien su propagación. Territorio de
Los Mocos, un clan vinculado a delitos tan graves como los secuestros y
el tráfico de drogas, está considerado uno de los principales puntos de
producción de marihuana del país y donde Endesa ha cifrado en más de
1.000 las viviendas que tienen enganches ilegales a la luz.
La operación Cake, desarrollada el pasado mes de noviembre, asestó un duro golpe
a esta organización con la detención de casi una quincena de personas,
aunque siguen imponiendo el miedo en la ciudad nazarí y se investiga su
relación con una serie de tiroteos ocurridos en el pasado.
Pero el radio de acción de estas redes familiares se expande y el
tráfico de marihuana también ha germinado en municipios de la provincia
granadina, dejando imágenes increíbles como la que protagonizó un narco
que reprodujo la Hacienda Nápoles, la famosa finca de Pablo Escobar, en Santa Fe.
Fuentes policiales consultadas por El Mundo, no obstante, señalaron que los métodos
de estos clanes se han ido refinando conforme descubrían los resquicios
de un sistema del bienestar con unos mecanismos de control muy
mejorables.
Las arcas públicas se han ido en otra vía de financiación
con la que compensar las pérdidas provocadas por la presión policial. El
caso más sonado que pone de relieve esta circunstancia giró en torno a
la Federación de Asociaciones Romaníes de Andalucía (FARA), a la que
estaban vinculados algunos miembros de Los Charros, y llegó a juicio por
la apropiación de más de un millón de euros procedentes de subvenciones
de la Junta.
Hay más casos. Durante una investigación de la
Policía Nacional por tráfico de drogas y blanqueo de capitales contra
Los Romualdo , otro importante clan de La Palmilla, se constató que la
mayoría de miembros del clan percibían cuantiosas ayudas públicas de las administraciones mientras, por ejemplo, uno de ellos se desplazaba en un todoterreno de alta gama.
Las VPO también son objeto de deseo de estos clanes,
llegando incluso a hacerse con bloques enteros de pisos. Para ellos,
relatan las citadas fuentes, "firman contratos privados de compraventa
con los auténticos adjudicatarios de la casa, como los que hemos
encontrado en distintas operaciones".
¿Y qué ocurre si la Junta o el
Ayuntamiento de turno conceden el inmueble a otra familia? "Ya se
encargan ellos de que finalmente renuncien".
Algunos investigadores comenzaron a solicitar a los jueces el tapiado
de las viviendas públicas que eran usadas como puntos de ventas de
droga, mientras que a otros "la Junta nos prohibió que cortáramos el
agua y la luz".
Pero las inversiones inmobiliarias no se detienen
ahí. La Policía Nacional ha detectado que estos clanes quieren
aprovecharse de las debilidades del Código Penal y ampliar negocios con
la creación de entramados de 'okupación' de viviendas.
Las fuentes consultadas concluyen que es necesario cambiar el enfoque
y atacar a estos clanes "como lo que son, criminalidad organizada
autóctona". Alejados de la imagen que se ha instalado en el ideario
colectivo de lo que es un grupo delictivo, pero con los mismos métodos
expeditivos y sangrientos.
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