Mucho se ha quejado Pablo Iglesias de las ‘puertas giratorias’ a
través de las que los Ministros salientes de los gobiernos del PSOE y
del PP se han ido colocando en diferentes Consejos de Administración de
empresas del IBEX 35.
Pero ahora estamos ante una novedad, porque la hasta hace poco
ministra de Justicia, Dolores Delgado -fiscal de carrera, amiga del
comisario Villarejo y compañera de Baltasar Garzón-, ha pasado del
Ministerio de Justicia a la Fiscalía General del Estado en un abrir y
cerrar de ojos.
Es decir, del poder Ejecutivo al Judicial sin ni siquiera tomarse un
tiempo de descanso o de reflexión. Y todo ello en una legislatura en la
que será crucial el pulso que Pedro Sánchez pretende echar a la Justicia
y al Poder Judicial para pagar su deuda de investidura con ERC, salvar
los Presupuestos y a la vez cumplir su promesa de ponerle fin a la
judicialización del llamado -por Sánchez- ‘conflicto político’ catalán.
Lo que Sánchez pondrá en marcha a gran velocidad porque piensa
habilitar al inhabilitado Quim Torra con un encuentro de cortesía e
intriga política con el todavía presidente de la Generalitat.
Pero mientras tanto Pedro Sánchez se ha quitado del Gobierno a la
amiga de Villarejo -el comisario al que tanto odia Pablo Iglesias- para
convertirla en un obús contra el Tribunal Supremo en favor y defensa del
golpismo catalán, siguiendo los pasos que ya dio Dolores Delgado al
utilizar a la Abogacía del Estado en favor de los condenados golpistas.
De ahí el descaro y la confianza de Sánchez en que Delgado -la que
escoltó la momia de Franco en su traslado- intentará poner firme a la
Fiscalía del Tribunal Supremo. Sobre todo cuando llegue el día de los
indultos a todos los condenados golpistas por el Tribunal Supremo, para
que Oriol Junqueras pueda ser candidato a la Generalitat en las próximas
elecciones catalanas que tampoco tardarán en llegar.
Estamos ante un enredo e intriga propio de las novelas de Ágata
Christie en las que el detective belga Hércules Poirot deberá afinar su
instinto para que las piezas del rompecabezas encajen con precisión y
aquí el tiempo juega un papel esencial. Porque Sánchez necesita tiempo
para conceder los indultos porque si lo hace de manera inmediata este
país -y puede que una parte del PSOE- estallará del indignación y el
Presidente no podrá motivar los indultos con facilidad ante el alto
Tribunal.
Y para ganar tiempo Sánchez necesita que Torra siga de presidente
para que no disuelva el Parlamento catalán y las elecciones catalanas
lleguen demasiado pronto, porque si eso ocurre así Junqueras debería
quedar indultado y habilitado de manera inmediata para concurrir a los
comicios.
Por ello a Sánchez corteja a Torra para ganar tiempo, y le dirá que
hay que abrir la Mesa de diálogo entre Gobiernos, mientras que Pablo
Iglesias se encargará de seguir los pasos de Puigdemont que es la pieza
del puzle que falta por encajar y controlar. Porque Puigdemont es quien
manda en Quim Torra y puede provocar el adelanto inmediato de la cita
catalana electoral.
Derribando con ello el frágil castillo de naipes de la investidura y
Gobierno de coalición, que ayer tomó posesión de sus cargos y que hoy
celebrará su primer Consejo de Ministros camino de lo que Sánchez
considera que será la normalidad y la estabilidad.
(*) Periodista
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