Hace años, en la
década de los 90, un conocido periodista que se desplazó a
Almería con un equipo de Tele5 para grabar un programa
dirigido por Alfredo Amestoy con objeto de investigar una red
mafiosa capitaneada por un delincuente de nombre Juan Asensio
Rodríguez, que Garzón había desmantelado, ya me indicó que “El
Caso”, del que yo era director desde que Eugenio Suárez, su
editor, me contratara en 1987, se merecía una serie televisiva
o incluso una película cinematográfica para exhibirla en los
cines españoles.
Parece que aquel deseo se ha hecho realidad, catorce años después, claro. El semanario “El Caso”, ubicado en el número 1 de la calle Covarrubias, de Madrid, con una redacción amplia y despachos majestuosos, tenía un ambiente de veteranos periodistas, verdaderos profesionales que novelaban los sucesos con magnífica facilidad. Se investigaba y se publicaban informaciones exclusivas, como fue, por ejemplo, la primicia de que Lola Flores podría ir a la cárcel por sus deudas con Hacienda. A los pocos días la prensa, radio y televisión se hicieron eco de la noticia, pero sin nombrar a “El Caso”, que había dado la primicia. Pero estábamos acostumbrados a que nuestras informaciones se arrojaran al pozo de la clandestinidad.
Parece que aquel deseo se ha hecho realidad, catorce años después, claro. El semanario “El Caso”, ubicado en el número 1 de la calle Covarrubias, de Madrid, con una redacción amplia y despachos majestuosos, tenía un ambiente de veteranos periodistas, verdaderos profesionales que novelaban los sucesos con magnífica facilidad. Se investigaba y se publicaban informaciones exclusivas, como fue, por ejemplo, la primicia de que Lola Flores podría ir a la cárcel por sus deudas con Hacienda. A los pocos días la prensa, radio y televisión se hicieron eco de la noticia, pero sin nombrar a “El Caso”, que había dado la primicia. Pero estábamos acostumbrados a que nuestras informaciones se arrojaran al pozo de la clandestinidad.
Confieso que cuando Eugenio Suárez me propuso dirigir el
semanario, aconsejado por otro veterano como Pepe Mario Armero,
tuve mis dudas. En aquellas fechas era director de un aguerrido
diario almeriense, “La Crónica”, que como no era de la cuerda
del PSOE, las exclusivas que dábamos, que eran muchísimas, el
entonces gobernador civil, Tomás Azorín, las
silenciaba y no salían de la provincia. Solía invitar en la sede
del Gobierno Civil a la totalidad de corresponsales de prensa y
radio, todos periodistas progresistas, y les convencía de que
silenciaran los escándalos que continuamente publicábamos en “La
Crónica”.
Quizá Pepe Mario Armero, que veraneaba en Almería, era un asiduo lector de “La Crónica” y aconsejó a su amigo Eugenio Suárez que me fichase. Almería, en la década 80-90 era como Sicilia. Donde una mafia capitaneada por un conocido empresario de nombre Juan Asensio, controlaba los bajos fondos: prostitución, droga, extorsión, protección. Hacía y deshacía a su antojo, ordenaba palizas, atropellaba, incendiaba y asesinaba, pero aquello sólo se conocía en la provincia. Lo sucesos que continuamente publicábamos en “La Crónica”, y que nos recompensó con varios atentados, apenas tenían eco en los medios nacionales gracias al “cordón sanitario” que trazó el gobernador civil socialista.
Quizá Pepe Mario Armero, que veraneaba en Almería, era un asiduo lector de “La Crónica” y aconsejó a su amigo Eugenio Suárez que me fichase. Almería, en la década 80-90 era como Sicilia. Donde una mafia capitaneada por un conocido empresario de nombre Juan Asensio, controlaba los bajos fondos: prostitución, droga, extorsión, protección. Hacía y deshacía a su antojo, ordenaba palizas, atropellaba, incendiaba y asesinaba, pero aquello sólo se conocía en la provincia. Lo sucesos que continuamente publicábamos en “La Crónica”, y que nos recompensó con varios atentados, apenas tenían eco en los medios nacionales gracias al “cordón sanitario” que trazó el gobernador civil socialista.
La serie de Televisión Española “El Caso” se basa en exclusivas
publicadas en su día por el semanario. Fueron hechos reales y lo
que vimos en el primer capítulo se asemeja bastante a la
realidad, aunque por supuesto el guionista exagera algunos
hechos para enganchar al espectador. Yo viví algunos episodios
como el titulado “El carnicero yankee”, un ingeniero americano
de una fábrica de aviación que alojado en el Hotel Mindanao
mutiló a una prostituta y luego la arrojó por la ventana. Por
supuesto que se marchó a Estados Unidos tras ser detenido por la
Policía española. Las portadas se elaboraban en una mesa de
redacción donde todos participaban y hasta que no se daba con un
buen titular nadie se levantaba.
Sobre la leyenda de que existían lectores fieles, doy fe. Una noche de agosto de 1990 recibimos en la redacción una llamada telefónica de una señora que nos contaba, muy excitada, que en su pueblo los hermanos Izquierdo estaban disparando a toda la población y matando a vecinos. Que acudiéramos rápido a Puerto Hurraco. Por supuesto le dijimos que debía llamar a la Guardia Civil. “Si, ahora les llamo, pero venir rápido”, fue su contestación.
Imagino que más adelante podré contar cientos de anécdotas vividas en el semanario de sucesos durante los años que me tocó dirigirlo, siempre con unos profesionales magníficos, vocacionales, a los que les faltaba tiempo para desplazarse al lugar del suceso sin importarles si era de noche o de día, si llovía o nevaba.
Sobre la leyenda de que existían lectores fieles, doy fe. Una noche de agosto de 1990 recibimos en la redacción una llamada telefónica de una señora que nos contaba, muy excitada, que en su pueblo los hermanos Izquierdo estaban disparando a toda la población y matando a vecinos. Que acudiéramos rápido a Puerto Hurraco. Por supuesto le dijimos que debía llamar a la Guardia Civil. “Si, ahora les llamo, pero venir rápido”, fue su contestación.
Imagino que más adelante podré contar cientos de anécdotas vividas en el semanario de sucesos durante los años que me tocó dirigirlo, siempre con unos profesionales magníficos, vocacionales, a los que les faltaba tiempo para desplazarse al lugar del suceso sin importarles si era de noche o de día, si llovía o nevaba.
“El Caso” no ha muerto. Su edición impresa, que se vendía en más
de treinta mil kioscos españoles, sigue en internet, www.elcaso.net, desde el año
2000, contando sucesos de América, mucho más violentos y
desagradables que los que conocí en España.
(*) Periodista
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