La alcaldesa de Laroya ha destacado que "nos damos a conocer así porque con esta prueba de Los Fuegos de Laroya difundimos los hechos de 1945, donde aparecieron unos fuegos en el pueblo, tema que fue investigado y está sin resolver".
Los fuegos espontáneos de Laroya ocurrieron en el verano del año 1945, cuando se produjeron varios incendios y fuegos de los que no se consiguió determinar el origen. Una vez pasados el verano cesaron esos sucesos. Actualmente, hay un monumento conmemorativo en el municipio de estos hechos.
Solo duraron dos meses
Para muchos vecinos de Laroya fue un verano infernal y nos les faltaba razón. Hacia apenas seis años que había terminado la cruenta guerra civil española y aunque en esta pequeña localidad de Los Filabres la contienda no tuvo catastróficas consecuencias, muchos llegaron a pensar que sobre el pueblo había caído una maldición y estaba siendo castigado por alguna plaga bíblica en forma de fuego, que de manera espontánea y sin aviso comenzó a extenderse entre los vecinos, casas y enseres, relata Diario de Almería.
En el pueblo se declararon unos trescientos incendios y especialmente el 24 de junio, más de cien. Un fuego con intensas y azuladas llamas que se convirtió en una auténtica pesadilla para los habitantes del pueblo.
La fecha de aparición de este fenómeno se concreta en el 16 de junio de 1945. Sobre las ocho de la tarde, varios fardos apilados de trigo comenzaron a arder de forma repentina y sin ningún motivo aparente en el "caserío de los Franco".
A la misma hora, en el cortijo "Pitango" las llamas envolvían a la pequeña de cuatro años María Martínez Martínez que se encontraba sobre su cama y súbitamente comenzó a arder su delantal extendiéndose al resto de sus ropas cesando el incidente de repente y tras unos minutos de angustia el fuego desapareció.
Sus gritos alarmaron a sus familiares que acudieron en su ayuda y le salvaron la vida. En pocos minutos, en otra habitación diferente, comenzó a arder una gran cantidad de paja de centeno, que propagó el fuego a un haz de esparto almacenado. Un poco más tarde el incendió dejaba el pajar prácticamente destruido.
Esa misma tarde ya habían ardido varios capazos de trigo verde en el cortijo de "los Franco". Los vecinos un tanto preocupados iniciaron la búsqueda de algún líquido inflamable o combustible que hubiese provocado el fuego, ya que en aquellos años en Laroya no había llegado todavía la electricidad.
Aquella noche, los vecinos patrullaron las calles ante la sospecha de un posible pirómano. Pasadas las horas y sin hallar nada extraño, decidieron ir a buscar a la Guardia Civil. El cabo Santos y otros cuatro miembros de la Benemérita fueron los primeros en comprobar las consecuencias del fuego.
Había afectado a diversas dependencias de varios cortijos. En uno de ellos, en el cortijo "El Cerrajero", los agentes se quedaron sobrecogidos cuando una olla de lentejas se vio envuelta en llamas y unas mantas que cubrían las camas empezaron a arder. También se provocó otro fuego en una era ubicada frente a la puerta del cortijo.
Después de lo visto, los agentes regresaron al cuartel, impotentes y un tanto sorprendidos sin saber muy bien que redactar en el atestado policial. Al día siguiente los fuegos se fueron extendiendo a otros cortijos ardiendo el modesto mobiliario y enseres de sus propietarios.
Uno de mayor intensidad se produjo en el cortijo de la "Fuente del Saz" sin que se registrasen desgracias personales al estar deshabitado y no haber allí nadie. Cuando estos fuegos espontáneos, se conseguían apagarlos, se reactivaban otros en un sitio distinto.
Unos días mas tarde, estos fuegos espontáneos fueron noticia de portada en la prensa nacional, como ABC o El Correo de Andalucía. Las autoridades provinciales reaccionaron anunciando que varios científicos se desplazarían a Laroya para estudiar la situación que seguía incontrolada sucediéndose nuevos y aparatosos incendios.
A Jesús Martínez Morales, vecino de la "cortijada de Estella" se le incendió la vivienda en presencia de la Guardia Civil quemándose todo el techo de la casa, la cuadra y hasta los embutidos de la matanza que tenían allí almacenados.
Quien no tenia momento de respiro era el párroco del pueblo, Luis Silverio, que se pasaba el día tocando las campanas de la torre de la iglesia cada vez que se producía un incendio alertando al personal.
Diversos meteorólogos, sismólogos y geofísicos, llegaron en días sucesivos hasta Laroya para intentar descubrir las causas de estos enigmáticos fuegos. Su conclusión fue peor que el misterio del caso.
Según ellos no se debían a trastornos geológicos, actividad volcánica, fenómenos eléctricos, ionización de la atmósfera o radiaciones solares. Fueron rotundos al descartar que fuesen producidos por la mano del hombre. Terminaron dicho informe manifestando su esperanza de que no volviesen a repetir.
Lógicamente, esta conclusión no contentó a nadie. Los vecinos seguían asustados y cada vez eran mayores las especulaciones sobre el caso, alimentadas por gentes que de alguna manera se aprovecharon de esta situación. Finalmente llegó a Laroya, el profesor José Cubillo Fluiters, jefe del Servicio de Magnetismo y Electricidad Terrestre del Instituto Geográfico y Catastral.
Este reputado científico debía de ser quien diese la respuesta definitiva al asunto. Tras ser testigo presencial de cómo ardían cantidades de trigo ante sus ojos y de la destrucción de su moderno equipo de investigación por aquellos fuegos "malignos", según cuentan, aquel hombre no volvió allí jamás.
El informe oficial, fechado el 30 de junio de 1945, fue contundente. Las preguntas de los vecinos quedaban en el aire. ¿Fueron los incendios producidos por causas meteorológicas?
Según los expertos que capitaneaba el profesor Cubillo, en absoluto. Nadie sabia a ciencia cierta qué causó los incendios de Laroya planteándose distintas hipótesis que oscilaban desde posibles armas secretas o un aumento de la radiactividad, hasta la existencia de determinadas propiedades químicas en la sierra de Filabres que provocaron la combustión. Aunque si se daba por buena la explicación, la pregunta es porque no se repitieron.
Tras lo ocurrido, el asunto se silenció y nadie más se desplazó a Laroya para descubrir las causas de los incendios. La Guardia Civil, siguiendo instrucciones mandó callar a los vecinos y en los periódicos dejó de hablarse del asunto.
El investigador y periodista Iker Jiménez, fue hace algunos años a Laroya para conocer in situ detalles y hablar con los últimos testigos aún vivos de la tragedia. Algunos ancianos le confesaron a Jiménez que en esas fechas se veían de noche en el aire "unas bolas blancas que iluminaban todo como si fuera de día. Era como si flotasen en los aires".
Prácticamente todo el pueblo había sido testigo de aquellas luces voladoras e incluso les hablaron de la figura de "El niño", una figura de un "niño pequeño, muy desagradable del que salían luces". María Martínez a la que apodaron "la niña de los fuegos" porque tres veces ardieron sus ropas, se suicidó bebiendo sosa cáustica.
Su hermana mayor se tiró por un barranco. Después, su hermano, José se ahorcó dentro del cortijo.
Tras esta cadena de muertes, dejaron de producirse los fuegos. ¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué terminó todo con la muerte de los tres hermanos? ¿Sabían ellos el origen de las combustiones espontáneas?. Por desgracia, nunca lo sabremos posiblemente los tres se llevaron algún secreto a sus tumbas.
Mas información:
http://www.culturandalucia.com/Los%20fuegos%20de%20Laroya_Almeria_Reconstrucc%C3%ADon.htm
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