Nada más
arrancar esta tarde el correo electrónico, saltó la triste noticia de la muerte
del histórico periodista almeriense Diego Domínguez Herrero, a los 91 años. Por cuestiones de edad no tuve la fortuna de trabajar junto a él en la
misma redacción; Diego se jubiló en noviembre de 1983, cuando yo apenas llevaba
un año en esta bendita profesión.
No obstante, sí compartí con él muchos ratos
de conversación, avalados al principio por la amistad que tenía con mi padre y,
más tarde, por la complicidad de una misma vocación. Hablamos mucho, sobre todo
en los meses previos a la publicación de mi libro sobre el 70º aniversario de
la fundación de la Asociación de la Prensa, allá en el año 2001.
Diego era un
pozo de sabiduría local; conocía el carácter y los personajes de la provincia
desde todos sus matices, por la versatilidad de su arte en escribir y en
pintar. Él observó con perspicacia gran parte del siglo XX almeriense y lo
plasmó en sus textos y en sus lienzos. Porque gracias al dibujo lo fichó “Yugo”,
con apenas veinte años, de auxiliar de redacción y ganando 500 pesetas mensuales,
del año 1942.
Él, cuando evocaba aquellos años para contar anécdotas e
historias para el libro, los refería como unos tiempos duros en lo laboral y
social pero plenos en lo profesional. Domínguez, como todo periodista que se
precie, evocaba las grandes fechas históricas de la provincia mediante su
vinculación a otras de tipo personal, como la inmensa alegría por el nacimiento
de sus dos primeros hijos Diego –DEP- y Manuel y la tremenda tristeza de la
sociedad almeriense por la muerte de Celia Viñas, en 1954; o cómo su jubilación
tuvo lugar el mismo día de la inauguración del Hospital Torrecárdenas, por el
ministro Ernest Lluch.
Hoy el
periodismo sufre una crisis de identidad y de precariedad, pero en la época de
Domínguez en el “Yugo” los sueldos también eran escasos, las horas de redacción
larguísimas y las necesidades primarias apremiaban, más que ahora. Todos
desempeñaban su trabajo en una redacción minúscula que, al mismo tiempo, era la
que integraba la diminuta pero activa Asociación de la Prensa de Almería.
Cerca
de cuarenta referencias a Diego Domínguez incluí en aquel volumen histórico
sobre el periodismo en Almería, pero habría hecho falta otro libro –además del
suyo "Pinceladas de una historia", editado en 2008- para recoger
todo aquello que vio y vivió Diego Domínguez en la Almería de los años
cuarenta, cincuenta, sesenta setenta, ochenta, noventa…
A aquella generación de
periodistas vocacionales de postguerra que integraron, junto con Diego
Domínguez, Manuel Falces, José Antonio Caparrós, Manuel Soriano, José Valles,
Manolo Román o Juan Martínez Martín la provincia les debe un recuerdo más
cálido y entrañable. Gracias a ellos, miles de ciudadanos tuvieron acceso a un
periódico provincial que, limitado por la escasez de recursos y la tijera de la
censura, permitía a Almería estar conectada al mundo y a su propia realidad.
Hoy Diego
Domínguez Herrero ha muerto y con él se marcha un trozo de la historia de
Almería y del periodismo provincial. Descansa en paz.
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