Pero si la permanencia en el Acebuche debe ser dolorosa, también debe serlo- ¡y cuánto!- saber que quienes fueron sus amigos en aquellos días de la felicidad a primera visa oro y el poder interminable, han comenzado a dejar de serlo.
La prudencia procesal obliga a guardar silencio; es lo que ha hecho Galán. Pero hay silencios más sonoros que las palabras. Es el caso de Enciso. El alcalde de El Ejido no sólo no ha dicho nada de Pepe Alemán, sino que no ha querido decirlo, eludiendo, así, la cortesía a que obliga la amistad de tantos años.
Antes de que Enciso saliera de la cárcel, sus amigos más allegados no tenían ya reparos en marcar distancias amplias con Alemán. Era una forma de intentar salvar a Enciso. Esa misma estrategia es la que ha seguido Enciso y las dos veces que ha respondido a preguntas, directas o indirectas, sobre Alemán, ha declinado la invitación aludiendo que él solo habla de él mismo y asegurando que él no tiene nada que ver con la trama (luego la trama existe, pero él no está). Ni una palabra de Alemán. Ni una palabra sobre el amigo con el que compartió años y años en la complicidad del afecto, la política y la administración.
En el triángulo Enciso- Alemán-Galán hay un vértice que se ha roto. Lo que hay que saber ahora es por qué y si la ruptura acabará provocando un cataclismo. El calor del ferragosto almeriense en las torrenteras del Acebuche puede hacer estragos. No es igual sentirse mal pero en compañía, que padecer la lejanía de aquellos que, durante tanto tiempo, formaron una estructura de poder indestructible hasta aquel fatídico 20 de octubre.
A Enciso no le gusta que le hablen de Alemán. A Alemán a veces le ronda la tentación de hablar de Enciso. No lo hará. Sabe que los truenos llevan aparejados la tormenta. Y, si Alemán habla, el aguacero puede convertirse en una Gota Fría en la que todos podrían quedarse helados.
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