Fue el 28 de febrero de 1980 cuando la comunidad autónoma más poblada de España votó sí (en Almería triunfó el no) al Estatuto, reformado hace tres años tras empeñarse Manuel Chaves que si Maragall sacaba adelante su Estatut –aún pendiente del dictamen del Tribunal Constitucional– Andalucía también tenía que ejecutar un Plan Renove de la Carta Magna blanca y verde. El catedrático Bernardo Díaz Nosty acaba de valorar, en un artículo publicado en los diarios del grupo Joly, la salud del Estatuto: “Según parece, lo mandaron muy pronto a dormir la siesta”.
"En Andalucía nos falta mucho por hacer”, relata a El Confidencial Manuel Clavero Arévalo. Este abogado sevillano fue quien acuñó la frase ‘Café para todos’. “No quería que sólo ganaran Cataluña, País Vasco y Galicia. Reivindiqué el derecho a que el resto de territorios lograran ser comunidades autónomas”, detalla este ex ministro de Cultura, también ex ministro adjunto para las regiones en la UCD de Adolfo Suárez. El ex político, que a sus 84 años sigue yendo a diario a su bufete del número 3 de la Plaza de Cuba, dimitió de su cargo y abandonó el partido ucedista. La UCD se negaba a la autonomía andaluza.
El fin de las subvenciones europeas
Clavero Arévalo contabiliza las tareas pendientes. La más importante: reducir los gastos ordinarios de la Junta de Andalucía y aumentar las inversiones “porque eso es lo que genera riqueza y bienestar”. En su opinión, las infraestructuras de la comunidad (el AVE, la red de autovías y los aeropuertos) son el mayor logro estos 30 años. Y luego va directo al horizonte 2013. En ese año está previsto que cesen las subvenciones de Europa a Andalucía. “Esas ayudas trajeron a la comunidad un gran desarrollo, pero su retirada nos creará problemas”, avisa.
Tres décadas después, Andalucía cuenta con 500.000 funcionarios, una losa para las cuentas del Gobierno andaluz, que Griñán quiere cambiar. Pese a ello, sigue aumentado plantilla… Y es que ser empleado de la Junta continúa siendo el sueño laboral de la mayoría de los andaluces. Además, las iniciativas empresariales no abundan. “Siempre se ha dicho que nos faltan empresarios. Los hay muy buenos, sin embargo, no contamos en el número suficiente. También carecemos de una industria potente”.
Joaquín Aurioles, profesor titular de la Facultad de Ciencias de Económicas de la Universidad de Málaga y presidente del Observatorio Económico de Andalucía, observa que el Sur está herido. “Andalucía está cansada. Es una comunidad exhausta tras 30 años de desarrollo. Por primera vez desde que entramos en la Unión Europea estamos dando pasos atrás en convergencia. Esta situación puede hacer resucitar el sentimiento de territorio periférico de Europa”, explica en declaraciones a este diario.
Aurioles se preguntan para qué han servido estos 30 años. “Tenemos que volver a hacer frente a los mismos problemas de hace tres décadas; habíamos llegado a convencernos de que los grandes problemas se habían conseguido erradicar. Se me cae la moral al suelo”, precisa. Este docente, que en los noventa fue director general de Planificación Turística de la Consejería de Turismo de la Junta de Andalucía, cuando la controlaba el Partido Andalucista, observa la botella medio llena cuando compara la situación de 1980, “con parámetros del Tercer Mundo”, y ahora en la que la renta per cápita se ha duplicado en términos reales. “En infraestructuras y equipamiento nos hemos puesto en vanguardia, al nivel de cualquier sociedad avanzada”.
Los “perversos” incentivos
El excesivo peso del sector público, cuenta este experto, ha acabado contaminando a toda la economía andaluza. “Todo está muy intervenido, los incentivos se convierten en incentivos perversos. Si como empresario quiero realizar una gran inversión me doy cuenta que si recibo ayudas de la Junta no me hace falta invertir. Al final una administración tan próxima te disputa el oxígeno que respiras y eso también llega a la sociedad civil: todo el movimiento asociativo tiene demasiada cercanía política y partidista”.
La imagen de un territorio subsidiado, con el PER como gran reclamo para la población rural, ha acabado perjudicando cómo se observa a Andalucía al norte de Despeñaperros. Aurioles, contrario a este sistema, también ve algún punto positivo: “Seguramente el PER ha permitido que algunos pueblos no quedaran descolgados. Cuando este sistema ya llevaba rodando mucho tiempo sea imposible quitarlo porque si no hubiera habido un colapso”. También quiere resaltar que las políticas de asistencia a los desempleados “no han servido para nada”. Y se pregunta cómo existe un “clamoroso silencio” ante el exitoso (para la Junta, los empresarios y los sindicatos) y el fracaso, según Aurioles, “de la política de concertación social. “Suena demasiado escandaloso que nadie hace autocrítica”, lamenta.
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