jueves, 16 de julio de 2020

El despoblado de Teresa, en Sierra Cabrera / Juan Grima *

Hoy día son muchas las personas que visitan Sierra Cabrera, bien porque van a pasar unos días en las urbanizaciones de Cortijo Grande o de Cabrera, o bien porque viajan por el Levante almeriense y les subyuga esa Sierra tan verde e impresionante que arranca desde la costa de Mojácar y se extiende hasta la cañada de Honor en Sorbas. Se trata de una Sierra con una biodiversidad fuera de lo común y plagada de yacimientos arqueológicos de todo tipo. Entre estos, hay uno que destaca: el despoblado morisco de Teresa, un lugar mágico y lleno de misterios; un sitio donde sientes la fuerza de la historia y el hechizo del pasado.

Nadie puede imaginar a priori que escondido entre varias montañas pueda existir un cerro tan sugerente, aislado por un par de ramblas, todo carcomido por la acción humana y del tiempo, con restos de un castillo en su cumbre y de una iglesia de piedra a su base. En este abrupto paisaje destacan dos algarrobos que han escapado a la acción de los incendios y tres o cuatro cuevas o abrigos, así como algún tramo de muralla. ¡Emocionante, sobrecogedor! Cualquiera quisiera transportarse al pasado y conocer más de la comunidad que vivió en este lugar tan agreste y saber por qué quedó abandonado: ¿Qué les pasó a sus habitantes?

Es muy poco lo que sabemos de la Teresa anterior a la conquista castellana. La villa de Teresa fue tomada por las huestes de Fernando el Católico en junio de 1488, junto con Vera, Mojácar, Cabrera, Sorbas y otros muchos lugares. De 1495 existe un censo de los vecinos musulmanes de Teresa, que arroja un total de 151 familias (unos 755 habitantes, aplicando un coeficiente de 5 miembros por familia). 

Sin embargo, la implantación del sistema castellano al par que el respeto a las capitulaciones firmadas, van a provocar muchas tensiones debido a la actitud de los corregidores cristianos de Vera, persiguiendo a los moradores de esta villa, incrementándoles los impuestos, secuestrándoles sus bienes o encarcelándoles sin motivo aparente. Por ejemplo, los concejos cristianos de Mojácar y Vera les corrieron los mojones de su término municipal, prohibiéndoles labrar sus tierras o llevar a pastar sus ganados en la dehesa comunal. 

Así mismo les obligaron a retirar las colmenas bajo amenaza de fuertes multas y prisión. Hasta tal punto llegó la situación que en 1494 y 1495, los vecinos se dirigieron a los Reyes Católicos solicitando protección, pero para cuando consiguieron el amparo real, cuatro vecinos de Teresa habían sido apaleados casi hasta la muerte en las oscuras mazmorras de Vera. Otro ejemplo, en 1498 Abrahem Adomín, fue condenado a pérdida de bienes y vida por haber cometido “el pecado abominable” (homosexualidad).

Y lo peor estaba por llegar. En 1499 muchos pueblos se alzaron contra los Reyes Católicos tras violar éstos las Capitulaciones al obligarles a bautizarse bajo amenaza de expulsión y confiscación de bienes, si a ello se negaban. Ante esta advertencia, los mudéjares de Teresa acabaron convirtiéndose en febrero o marzo de 1501, aunque, cuatro o cinco familias disconformes intentaron pasarse a África, junto a otras treinta familias de Turre, pero fueron descubiertas, apresadas, perdiendo todos sus bienes y vendidas como esclavas.

Toda esta represión no cesó tras la conversión al cristianismo, por lo que, cansados de tantos agravios, en el año 1505 casi todos los habitantes de Teresa (unos 500), optaron por escaparse en barcos que vinieron desde Berbería a recogerlos, abandonando sus casas, tierras y demás bienes, ante una coexistencia imposible entre cristianos viejos y moriscos.

Tras esta huida, por orden de Juana I “la Loca”, Teresa fue repartida entre 70 familias cristiano-viejas de diversas procedencias a las que se entregaron casas, tierras, arboleda, pastizales… Se empezaron a rehacer las murallas, a restaurar su viejo castillo, a construir una iglesia…, aunque no fue fácil la vida de estos repobladores, aislados y rodeados de pueblos moriscos. 

El caso es que una noche del año de 1509 volvieron algunos de sus antiguos pobladores desde el exilio africano, guiando a un grupo numeroso de corsarios, y capturaron a todos los cristianos que estaban residiendo en Teresa y se los llevaron cautivos. El acontecimiento tuvo graves repercusiones en toda la comarca, pues todavía en 1513 la gran mayoría no habían sido rescatados.

Desde entonces ningún cristiano quiso vivir en Teresa, quedando como única salida a la Corona la venta de las tierras dejadas por los moriscos a la ciudad de Vera. Para poder hacer el pago, Vera pidió un préstamo de 160.000 maravedís a don Diego López de Haro, señor de Sorbas y Lubrín. Cumplido el plazo para la devolución del préstamo, Vera no pudo pagarlo y Don Diego embargó los bienes de Teresa a su favor. 

De inmediato, procedió a repoblarla con moriscos procedentes de su señorío sorbeño y de Turre. Entre 1531 y 1550, Teresa fue una especie de señorío solariego, pero en este último año Vera la recuperó tras vencer a don Luis Méndez, segundo Señor de Sorbas, en el juicio celebrado en la Audiencia de Granada. En adelante y hasta 1569, Teresa estuvo habitada por unos 50 vecinos moriscos que tenían a censo las tierras administradas por Vera.

En 1569 empezó la Guerra de las Alpujarras. Los cristianos viejos montaron cuadrillas y empezaron a amedrentar a los moriscos. Ante esto los vecinos de Teresa optarán de nuevo por huir a África en marzo de ese año. Esta vez partieron en cuatro navíos, acompañados por turcos y monfíes. Esto provocó que los cristianos viejos de Vera y Mojácar se lanzaran sobre Sierra Cabrera para apropiarse de los ganados, enseres y todo aquello que los teresíes se habían dejado.

Finalizada la Guerra, por orden de Felipe II, los moriscos del reino de Granada fueron sacados y repartidos por España. En 1571 empezaron a llegar repobladores cristianos a los pueblos abandonados. Estaba prevista la repoblación de Teresa. Sin embargo, el 28 de noviembre de 1573, Said eb Doghali, almirante de la armada de Fez, desembarcó con su ejército en Carboneras, después subió a Sierra Cabrera, pasó rodeando las villas de Cabrera y Teresa, atacó Cuevas del Almanzora, ya repoblada de cristianos y saqueó sus casas y atrapó a 245 personas, dejando un rastro de casi treinta muertos. El hecho alarmó a todos los repobladores que habían llegado y en particular a los que se iban a instalar en Teresa, por ser una zona aislada y desprotegida. Y fue tal el temor, que ya nadie quiso vivir en ella; todos los intentos por repoblarla fracasaron. Y nunca fue habitada con posterioridad. Allí quedaron sus molinos, sus almazaras, su iglesia, su castillo a la intemperie…, y todavía podemos reconocerlos entre sus ruinas.



 (*) Editor

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