Hoy día son muchas las personas que
visitan Sierra Cabrera, bien porque van a pasar unos días en las
urbanizaciones de Cortijo Grande o de Cabrera, o bien porque viajan por
el Levante almeriense y les subyuga esa Sierra tan verde e impresionante
que arranca desde la costa de Mojácar y se extiende hasta la cañada de
Honor en Sorbas. Se trata de una Sierra con una biodiversidad fuera de
lo común y plagada de yacimientos arqueológicos de todo tipo. Entre
estos, hay uno que destaca: el despoblado morisco de Teresa, un lugar
mágico y lleno de misterios; un sitio donde sientes la fuerza de la
historia y el hechizo del pasado.
Nadie puede imaginar a priori que
escondido entre varias montañas pueda existir un cerro tan sugerente,
aislado por un par de ramblas, todo carcomido por la acción humana y del
tiempo, con restos de un castillo en su cumbre y de una iglesia de
piedra a su base. En este abrupto paisaje destacan dos algarrobos que
han escapado a la acción de los incendios y tres o cuatro cuevas o
abrigos, así como algún tramo de muralla. ¡Emocionante, sobrecogedor!
Cualquiera quisiera transportarse al pasado y conocer más de la
comunidad que vivió en este lugar tan agreste y saber por qué quedó
abandonado: ¿Qué les pasó a sus habitantes?
Es muy poco lo que sabemos de la Teresa
anterior a la conquista castellana. La villa de Teresa fue tomada por
las huestes de Fernando el Católico en junio de 1488, junto con Vera,
Mojácar, Cabrera, Sorbas y otros muchos lugares. De 1495 existe un censo
de los vecinos musulmanes de Teresa, que arroja un total de 151
familias (unos 755 habitantes, aplicando un coeficiente de 5 miembros
por familia).
Sin embargo, la implantación del sistema castellano al par
que el respeto a las capitulaciones firmadas, van a provocar muchas
tensiones debido a la actitud de los corregidores cristianos de Vera,
persiguiendo a los moradores de esta villa, incrementándoles los
impuestos, secuestrándoles sus bienes o encarcelándoles sin motivo
aparente. Por ejemplo, los concejos cristianos de Mojácar y Vera les
corrieron los mojones de su término municipal, prohibiéndoles labrar sus
tierras o llevar a pastar sus ganados en la dehesa comunal.
Así mismo
les obligaron a retirar las colmenas bajo amenaza de fuertes multas y
prisión. Hasta tal punto llegó la situación que en 1494 y 1495, los
vecinos se dirigieron a los Reyes Católicos solicitando protección, pero
para cuando consiguieron el amparo real, cuatro vecinos de Teresa
habían sido apaleados casi hasta la muerte en las oscuras mazmorras de
Vera. Otro ejemplo, en 1498 Abrahem Adomín, fue condenado a pérdida de
bienes y vida por haber cometido “el pecado abominable”
(homosexualidad).
Y lo peor estaba por llegar. En 1499
muchos pueblos se alzaron contra los Reyes Católicos tras violar éstos
las Capitulaciones al obligarles a bautizarse bajo amenaza de expulsión y
confiscación de bienes, si a ello se negaban. Ante esta advertencia,
los mudéjares de Teresa acabaron convirtiéndose en febrero o marzo de
1501, aunque, cuatro o cinco familias disconformes intentaron pasarse a
África, junto a otras treinta familias de Turre, pero fueron
descubiertas, apresadas, perdiendo todos sus bienes y vendidas como
esclavas.
Toda esta represión no cesó tras la
conversión al cristianismo, por lo que, cansados de tantos agravios, en
el año 1505 casi todos los habitantes de Teresa (unos 500), optaron por
escaparse en barcos que vinieron desde Berbería a recogerlos,
abandonando sus casas, tierras y demás bienes, ante una coexistencia
imposible entre cristianos viejos y moriscos.
Tras esta huida, por orden de Juana I
“la Loca”, Teresa fue repartida entre 70 familias cristiano-viejas de
diversas procedencias a las que se entregaron casas, tierras, arboleda,
pastizales… Se empezaron a rehacer las murallas, a restaurar su viejo
castillo, a construir una iglesia…, aunque no fue fácil la vida de estos
repobladores, aislados y rodeados de pueblos moriscos.
El caso es que
una noche del año de 1509 volvieron algunos de sus antiguos pobladores
desde el exilio africano, guiando a un grupo numeroso de corsarios, y
capturaron a todos los cristianos que estaban residiendo en Teresa y se
los llevaron cautivos. El acontecimiento tuvo graves repercusiones en
toda la comarca, pues todavía en 1513 la gran mayoría no habían sido
rescatados.
Desde entonces ningún cristiano quiso
vivir en Teresa, quedando como única salida a la Corona la venta de las
tierras dejadas por los moriscos a la ciudad de Vera. Para poder hacer
el pago, Vera pidió un préstamo de 160.000 maravedís a don Diego López
de Haro, señor de Sorbas y Lubrín. Cumplido el plazo para la devolución
del préstamo, Vera no pudo pagarlo y Don Diego embargó los bienes de
Teresa a su favor.
De inmediato, procedió a repoblarla con moriscos
procedentes de su señorío sorbeño y de Turre. Entre 1531 y 1550, Teresa
fue una especie de señorío solariego, pero en este último año Vera la
recuperó tras vencer a don Luis Méndez, segundo Señor de Sorbas, en el
juicio celebrado en la Audiencia de Granada. En adelante y hasta 1569,
Teresa estuvo habitada por unos 50 vecinos moriscos que tenían a censo
las tierras administradas por Vera.
En 1569 empezó la Guerra de las
Alpujarras. Los cristianos viejos montaron cuadrillas y empezaron a
amedrentar a los moriscos. Ante esto los vecinos de Teresa optarán de
nuevo por huir a África en marzo de ese año. Esta vez partieron en
cuatro navíos, acompañados por turcos y monfíes. Esto provocó que los
cristianos viejos de Vera y Mojácar se lanzaran sobre Sierra Cabrera
para apropiarse de los ganados, enseres y todo aquello que los teresíes
se habían dejado.
Finalizada la Guerra, por orden de
Felipe II, los moriscos del reino de Granada fueron sacados y repartidos
por España. En 1571 empezaron a llegar repobladores cristianos a los
pueblos abandonados. Estaba prevista la repoblación de Teresa. Sin
embargo, el 28 de noviembre de 1573, Said eb Doghali, almirante de la
armada de Fez, desembarcó con su ejército en Carboneras, después subió a
Sierra Cabrera, pasó rodeando las villas de Cabrera y Teresa, atacó
Cuevas del Almanzora, ya repoblada de cristianos y saqueó sus casas y
atrapó a 245 personas, dejando un rastro de casi treinta muertos. El
hecho alarmó a todos los repobladores que habían llegado y en particular
a los que se iban a instalar en Teresa, por ser una zona aislada y
desprotegida. Y fue tal el temor, que ya nadie quiso vivir en ella;
todos los intentos por repoblarla fracasaron. Y nunca fue habitada con
posterioridad. Allí quedaron sus molinos, sus almazaras, su iglesia, su
castillo a la intemperie…, y todavía podemos reconocerlos entre sus
ruinas.
(*) Editor
No hay comentarios:
Publicar un comentario