ALMERÍA.- Puebla de
Vícar es un pueblo pequeño, rodeado de ese mar de plástico que
caracteriza Almería. Los vecinos coinciden en la tranquilidad del lugar.
«Nunca pasa nada. De tranquilo, es aburrido», dicen. Y así, tranquila,
era como se sentía Ana Julia, la asesina confesa de Gabriel, según
cuentan quienes la frecuentaban. «Llevaba unos meses en paro y deseaba encontrar trabajo», relata una de las dependientas del Mercado de Vícar, en el que ella solía comprar pavo para el pequeño Gabriel, según relata Abc.
La definen como una persona cariñosa y amigable: «Venía siempre y pedía lo mismo que Ángel, pavo para el niño», repiten. Desde que el niño desapareció ninguno ha vuelto a acudir a esas tiendas.
La
pareja vivía cerca del mercado, de la Comisaría, del teatro... En el
centro del pueblo. Hoy la puerta de cristal de su portal tiene pegado un
dibujo de un pez que recuerda a Gabriel. Tenían una vida normal. Ángel Cruz es químico y trabajó durante más de 10 años en Hormigones Domingo Giménez,
a diez minutos de su casa. Los trabajadores de la empresa le definen
como un excelente compañero, un buen padre y, sobre todo, una
maravillosa persona. Recuerdan cómo muchas veces le acompañaba Gabriel a la oficina y mientras él trabajaba, el pequeño se quedaba pintando.
«Un
niño adorable, que nunca dio ningún problema», recuerda Diego Plaza, el
director del colegio al que asistía, Virgen de Loreto, en Almería. El docente solo tiene halagos para Patricia Ramírez, la madre del pequeño Gabriel; una «heroína griega», como dicen algunos, una madre coraje como creen muchos.
Durante
todo el trágico suceso, ella ha dado una lección de humanidad, pero
compañeras de la Diputación de Almería, donde ella trabajaba, dicen que
no ha sido una excepción en su forma de ser. Patricia es Técnico de Actividades deportivas en la Diputación,
lo que le llevó a ejercer de «speaker» en el circuito provincial de
carreras populares donde conoció al hombre que la acosaba y del que en un primer momento se sospechó como autor de la desaparición de Gabriel.
Ángel
y Patricia están separados desde hace años, poco después de que el
pequeño naciera. Gabriel vivía con ella, pero ambos mantenían una
relación muy positiva y estaban de acuerdo en la educación del niño. Hoy
todo su entorno se vuelca para arroparles en estos duros momentos.
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