Anoche murió en Murcia con menos de 70 años Enrique Carreño Barceló. Vivía recluido en una residencia en la pedanía huertana de El Palmar y, antes, en otra en Lorca, hasta que empeoró su estado de salud y su familia decidió acercarlo a Murcia. Tenía un enfisema pulmonar de fumador y sus hermanas mayores ya nos anunciaron este verano, también a los amigos más cercanos, que le quedaba poco tiempo de vida a la vez que invitaban a visitarlo para despedirse de él con cierto tiempo.
Su sepelio ha sido esta tarde a las 16:00 horas en Murcia. La última vez que le ví en Almería estaba ya deteriorado y muy solo. Pero, sobre todo, muy desencantado de la vida porque siempre ha sido un romántico, aparte de un excelente amigo de sus amigos desde que le conocí en 1972 al llegar yo a La Voz de Almería para hacer las prácticas de verano del primer curso de Periodismo.
Empleado de la sección de Publicidad en aquellas fechas, me ofreció pronto para vivir sin gastos la casa que él iba a estrenar tres meses después con motivo de su matrimonio con la novia que tenía, una almeriense que nunca llegué a conocer, y con la que tuvo dos hijos - arquitecto e ingeniera-, de los que me hablaba con pasión en los últimos años cuando coincidiamos siempre en Murcia por Navidad o en verano en la Feria de Almería como mínimo.
Enrique era de esos empleados de la administración en periódicos que sabían mucho más de Periodismo que muchos periodistas profesionales que conozco aunque no era el único caso que me he encontrado en mi vida por esas redacciones en las que he trabajado en los últimos 40 años. Pero Carreño sí era uno de los dos más independientes de cuantos conocí - junto con nuestro paisano Pepe Garrido, también fallecido en octubre- y con los que de manera recurrente debatía del tema de la libertad de prensa y de la libertad de expresión sin olvidar la autocensura y la presión de unos editores mediatizados ahora por poderes de toda guisa.
Si alguien estaba perfectamente informado de cuanto acontecía en Almería ése era Enrique Carreño hasta hace muy poco tiempo porque, debido a su empeorado estado de salud, comenzó a ser dependiente y su familia, básicamente sus hermanas, decidió internarlo en un centro especializado de Lorca antes de decidir acercarlo a Murcia para poder visitarlo con más frecuencia. Parecía increible con lo que este murciano llegó a ser en la Almería de los años 70, 80 y 90 del pasado siglo una vez que cambió el periódico por actividades más comunes aunque de resultado incierto.
Si a lo largo de tu vida tienes una docena de verdaderos amigos, en mi caso Enrique era uno de ellos porque me lo demostró continuamente durante todos estos años cada vez que consideraba que debía ponerse en contacto conmigo por alguna de mis circunstancias profesionales que él solía celebrar más que yo. Por eso en los últimos años asistí a su proceso de deterioro físico y a ver en su rostro la mella de muchos desengaños, a los que no hacía alusión cuando hasta hace poco iba yo a visitarle a Almería al percibir ciertas señales de depresión como suele ocurrir a todo romántico empedernido no correspondido.
Estoy convencido de que Enrique está ya en paz y que si algo tuvo que purgar en vida, lo hizo más que de sobra con todo el sufrimiento que yo podía detectar en sus ojos en todos nuestros últimos encuentros, ya siempre en Almería. Por eso estoy seguro que ya me espera a la puerta de donde ahora descansa más que merecidamente para que no me equivoque de túnel ni de luz cuando me toque la misma experiencia que le ha tocado pasar a él en las últimas 24 horas, tras dejar para siempre este mundo del que se fue, poco a poco, en la última década mientras esperaba tener algo que ver con la instalación de "El Corte Inglés" cerca de la estación, sin conseguirlo finalmente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario