jueves, 12 de noviembre de 2020

Afectados y médicos de familia piden que se reconozca la covid persistente como una enfermedad

MADRID.- Entre un 10% y un 15% de la población que se infecta por coronavirus acaba desarrollando lo que se conoce como un covid persistente o de larga duración. Entre las más afectadas figuran mujeres jóvenes, que no han tenido patologías previas y que pasaron la infección sin necesidad de ser hospitalizadas o ingresadas en la UCI.

Así se desprende de un estudio presentado por la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SMEG) y una alianza de pacientes afectados de distintos lugares de España, agrupados bajo la denominación de Long covid acts.

Se trata de una encuesta realizada a un total de 2.120 pacientes afectados por covid entre el 13 de julio y el 14 de octubre, abarcando a pacientes infectados en la primera ola de la pandemia. De ellos la mayoría (1.843) tenían sintomatologías compatibles con covid persistente. Una denominación que significa que se trata de pacientes que, a pesa a haber pasado el virus hace meses, siguen sufriendo a diario síntomas de la enfermedad con la misma intensidad o incluso mayor, que al principio del contagio. Sin embargo todas las pruebas diagnósticas dan negativas.

Ocho de cada diez afectados (el 79%) son mujeres y la edad media de los que sufren estos síntomas es de 43 años, aunque y la mitad de los afectados tienen edades comprendidas entre los 36 y los 50 años.

Según Pilar Rodríguez Ledo, jefa de investigaciones de SMEG y que ha dirigido el estudio, "los síntomas tienen una duración media de 185 días. Es decir, más de seis meses", pero recuerda que hay que tener en cuenta que la encuesta se cerró hace un mes y estos síntomas persisten.

La covid persistente no tiene un sólo síntoma, sino que las personas que los sufren son polisintomáticas. En la encuesta se han registrado hasta un total de 200 síntomas persistentes que fluctúan en el tiempo, con una media de 36 síntomas por persona. Los responsables del estudio resaltan que las dolencias más frecuentes son, también, los más incapacitantes para quienes los sufren.

Las síntomas más frecuentes son: cansancio/astenia (95,91%); malestar general (95,47%); dolores de cabeza (86,53%); bajo estado de ánimo (86,21%); dolores musculares o mialgias (82,77%); falta de aire o disnea (79,28%); dolores articulares (79,06%); falta de concentración/déficit atención (78,24%); dolor de espalda (77,70%); presión en el pecho (76,83%); ansiedad (75,46%); febrícula (75%); tos (73,2%); fallos de memoria (72,63%); dolor en el cuello/en las cervicales (71,32%); diarrea (70,83%); dolor torácico (70,12%); palpitaciones (69,85%); mareos (69,36%); y hormigueos en las extremidades o parestesias (67,28%). Por ejemplo, el estudio revela que algunos síntomas, como los problemas neuronales, suelen aparecer en con posterioridad, incluso semanas o meses después de dar negativo en las pruebas por PCR.

Tal como explican Rodríguez, una parte importante de los pacientes que han pasado la covid de forma no aguda, como suelen ser estos casos, no han tenido acceso a realizarse pruebas diagnósticas puesto que en la primera ola sólo se las hacían a pacientes graves que precisaran hospitalización o UCI. Eso tiene como consecuencia que muchas de las personas que sufren covid persistente nunca hayan dado positivo por el virus. "Bien porque no se les hizo la prueba a tiempo o porque la que se le realizó no era apropiada", explica Rodríguez.

Este hecho, sumado al desconocimiento de los efectos a largo plazo que el virus puede provocar en el cuerpo, hace que en muchos casos estos pacientes no reciban la atención necesaria. O no se les realicen pruebas porque se considera que sus dolencias son parte de un problema de angustias y depresiones, por los que a muchos se les receta ansiolíticos. A otros, en cambio, se les hacen infinidad de pruebas diagnósticas intentando determinar qué provoca cada síntoma. Ninguno de estos dos escenarios ayuda a los pacientes.

La Organización Mundial de la Salud ya reconoció la covid de larga duración como una enfermedad. "No hay codificación de la enfermedad, pero sí un reconocimiento de que existe", afirmó Rodriguez en la rueda de prensa. Otro países, como Reino Unido va por el mismo camino. Tanto la SMEG como los colectivos de pacientes consideran necesario que este covid de larga duración se reconozca ya en nuestro país como una enfermedad.

"Necesitamos que nos quiten las interrogaciones y dudas de covid de los expedientes médicos y que nos den un diagnóstico claro, acompañamiento e investigación para acceder a un tratamiento adecuado", afirma Ana Kemp, una de las afectadas, que lleva desde mediados de marzo con dolencias. "Tratando solo los síntomas no mejoramos. De hecho nos sentimos peor. Somos invisibles ante las instituciones. La covid persistente es un iceberg. Es el pozo que deja la pandemia pero no figuramos en estadísticas, porque no nos hemos recuperado, ni muerto… Es preciso que se involucren las instituciones, porque esto se va a convertir en un problema nacional. Somos gente joven que estamos en el pico de nuestra vida productiva y pero no podemos trabajar".

Kemp, hace rato que dejó de poder hacer traducciones. "Tengo falta de aire, niebla mental y un agotamiento extremo que me impide caminar. Duermo inclinada o sentada porque si no me falta el aire y me esfuerzo en andar medio kilómetro cada día, lo que es ya una hazaña. Lo primero que hay que entender es que nos enfrentamos cada día a una enfermedad desconocida e incapacitante que tiene gran impacto en nuestras vidas, que se encogen, se hacen pequeñas. Pierdes lo que te define y te sostiene. Tenemos dificultades para seguir el día a día a en la familia y en el trabajo, nos vemos aislados en entorno cercano y vemos falta de comprensión de familiares y jefes. En la sanidad nos sentimos frustrados y nada acompañados. Necesitamos el reconocimiento porque estamos cansado de tener que demostrar que llevamos 8 meses así", explica Kemp.

No hay explicación aún para lo que le pasa a estos pacientes. La SMEG maneja dos hipótesis que pueden explicar por qué algunas personas que deberían haber superado la enfermedad y dan negativo en todas la purebas diagnósticas, siguen sufriendo síntomas durante meses.

"Manejamos dos grandes líneas de hipótesis. Por un lado que el virus pueda residir y persistir en el cuerpo fuera de los lugares donde habitualmente se encuentra (en la garganta y la zona laríngea) o que se haya producido una inflamación generalizada que llega a una variad de órganos que da una sintomatología florida", explican.

Tal como afirma Rodríguez, para muchos de estos pacientes, los resultados de las pruebas son normales, lo que significa que las pruebas convencionales, no dan resultados. "Necesitamos tener acceso a pruebas específicas y nuevos marcadores y para eso se precisa investigación", explica esta experta.

Fuentes de la SMEG son críticos ante la forma en la que se está abordando esta segunda ola de contagios. "Estamos como en la primera fase. Las medidas siguen siendo finalistas y el confinamiento supone el fracaso de otras medidas que no se han tomado", afirman.

"Si hacemos las cosas del mismo modo, los resultados van a seguir siendo los mismos. Creo que no ha cambiado nada para ver resultados distintos. Lo que vamos a ver es un número creciente de gente en peligro vital y de personas con síntomas de larga duración. Necesitamos protocolos oficiales que aborden esta enfermedad de forma homogénea e independiente del lugar donde se resida. También más investigación para poder atacar la causa, no los síntomas. Estamos hablando de la base del iceberg y tenemos que sacarlos a flote", concluye Rodríguez.

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