Como una plaga dañina, Al-Qaida extiende sus tentáculos por África. Los sangrientos atentados de Uganda, que el pasado domingo segaron la vida de 77 personas que disfrutaban de la final del Mundial de fútbol, han puesto de manifiesto el avance del extremismo islamista en un continente tradicionalmente moderado en sus creencias.
El grupo radical Al-Shabab (La juventud), descendiente de los Tribunales Islámicos que controlaron gran parte de Somalia hasta ser derrocados por las tropas etíopes en 2006, se ha responsabilizado de los ataques, los primeros que lleva a cabo fuera de sus fronteras.
En los últimos cuatro años, el grupo terrorista ha ganado fuerza en el país del Cuerno de África, donde el Gobierno de Sherif Sheij Ahmed apenas controla una quinta parte del territorio. Desde hace al menos un año, Al-Shabab mantiene vínculos con Al-Qaida en la Península Arábiga (AQPA) y se nutren de combatientes extranjeros formados en Afganistán, Pakistán e Irak.
En los últimos cuatro años, el grupo terrorista ha ganado fuerza en el país del Cuerno de África, donde el Gobierno de Sherif Sheij Ahmed apenas controla una quinta parte del territorio. Desde hace al menos un año, Al-Shabab mantiene vínculos con Al-Qaida en la Península Arábiga (AQPA) y se nutren de combatientes extranjeros formados en Afganistán, Pakistán e Irak.
Los de Uganda no han sido, sin embargo, los primeros atentados de Al-Qaida en África. Los ataques contra las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania en 1998, en los que murieron 224 personas, han sido considerados por algunos analistas como ensayos para el 11-S y una de las primeras ocasiones en las que el incipiente grupo terrorista probaba sus fuerzas.
Al-Qaida tiene lazos también con los grupos terroristas tradicionales de Egipto como Gamaa al-Islamiya y Yihad Islámica, que, sobre todo en la última década, ha perpetrado algunos de sus acciones terroristas contra extranjeros más sangrientos del continente.
Pero si AQPA ha conseguido cruzar el golfo de Adén y amenaza con nuevos atentados -Al-Shabab ha lanzado advertencias contra Burundi y Uganda, los dos únicos países del continente que han aportado tropas a la misión de la Unión Africana en Somalia-, la rama más activa del grupo terrorista es la que opera en el norte de África, Al-Qaida en el Magreb Islámico (AQMI).
El Magreb y el Sahel se han convertido en lugares de reclutamiento para terroristas radicales y las zonas más aisladas del desierto han pasado a ser el refugio ideal para sus bases de entrenamiento. En mayor o menor medida, la red de Osama bin Laden se ha infiltrado en todos los países del norte del continente, y últimamente amenaza con extenderse hacia el sur. Nigeria, un país rico en petróleo y con marcados conflictos interreligiosos, se perfila como su próximo destino.
Aunque el Gobierno de Nuakchot insiste en que Al-Qaida no tiene bases estables en Mauritania, en los últimos años el país atlántico ha sido uno de los más golpeados por el terrorismo de los seguidores del hombre más buscado del mundo. El 29 de noviembre de 2009 tres cooperantes españoles fueron secuestrados en el país y dos de ellos -Roque Pascual y Albert Vilalta- siguen en manos de los terroristas.
Los ataques comenzaron en 2005, aunque entonces solo contra objetivos militares. El problema se internacionalizó en 2007, tras el atentado contra la familia Tollet, en el que murieron cuatro turistas franceses y provocó que el rally París-Dakar se trasladara a otra región.
Desde entonces, Mauritania ha sufrido el envite de los terroristas contra objetivos extranjeros y nacionales, lo que le ha obligado a militarizar gran parte del país, especialmente la zona fronteriza con Mali, desde donde penetran y se refugian los milicianos de AQMI.
Además de la vía militar, el Gobierno ha intentado abrir un diálogo con los extremistas que se encuentran presos en las cárceles del país con el objetivo de convencerles para que abandonen la violencia. Una vía que, por ahora, ha tenido poco éxito.
El terrorismo islamista no es común en Marruecos, aunque ha protagonizado algunos de los atentados más brutales contra extranjeros en el norte de África. El 16 de mayo de 2003 varias bombas explotaron en diversos puntos de Casablanca, causando la muerte de 33 personas, entre ellos varios españoles, además de los 12 suicidas. En 2007, nuevas detonaciones que sólo consiguieron matar a un policía reavivaron el temor a que el radicalismo se hubiera implantado en Marruecos.
El régimen marroquí ha desplegado desde entonces mano dura contra el islamismo, con miles de arrestos y un mayor control de las mezquitas que en su momento fueron más radicales, conscientes de que allí es donde se cultiva el germen radical de Al-Qaida. Esta política ha sido aplaudida por Estados Unidos y la Unión Europea, los grandes aliados de Rabat, aunque criticada por algunas asociaciones de derechos humanos que aseguran que, bajo el paraguas del terrorismo, Marruecos incluye a islamistas pacíficos que acaban en la cárcel tras pasar por juicios sin garantías.
La mayor colaboración entre la Justicia marroquí y la UE, especialmente España, ha facilitado la extradición de presos relacionados con causas terroristas, entre ellos los que organizaron los atentados de Madrid del 11 de marzo de 2004. Sin embargo, la rivalidad entre Rabat y Argel ha impedido una colaboración más estrecha en la región en la lucha contra el terrorismo.
El germen del terrorismo de Al-Qaida en el norte de África se encuentra en Argelia, el país que ha luchado incluso una guerra civil contra el islamismo más radical. Al-Qaida en el Magreb Islámico nace del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), que se origina en 1997 para combatir el Gobierno secular. Desde entonces, y tras diez años de sangrienta guerra civil que dejó más de 200.000 muertos, el Ejecutivo de Argel combate a los fundamentalistas que se esconden principalmente en el vasto y desértico sur.
Los ataques son cada vez más esporádicos y tienen como objetivo a fuerzas de seguridad del país y a los agentes que protegen a los trabajadores extranjeros que participan en las grandes obras de ingeniería que acoge el territorio, como la autopista este-oeste.
Argelia es el país de la zona que cuenta con más medios y experiencia para combatir a los terroristas, por lo que el cuartel general conjunto que Argel ha creado junto a Malí, Mauritania y Níger se ha instalado en Tamanrasset, en el sur.
El choque entre salafistas y agentes argelinos es constante, y prácticamente cada semana se producen arrestos de terroristas o ataques de sus bases con un alto número de bajas.
Zine el-Abidine Ben Alí es uno de los grandes aliados de Occidente en la lucha contra el terrorismo, una lacra que, aunque no tiene una gran presencia en el país, Túnez quiere erradicar a toda costa. El turismo es una fuente de ingresos fundamental para su economía y un sector muy sensible a la inseguridad.
A diferencia de otros países del Magreb, Túnez ha sufrido, en general, pocos atentados. El 11 de abril de 2002 un suicida acabó con la vida de 21 europeos en la sinagoga de Ghriba, en la isla de Djerba, y en febrero de 2008 un grupo de hombres armados secuestró a los austriacos Andrea Kloiber y Wolfgang Ebner en el sur. Ambos fueron liberados tras ocho meses de cautiverio y después del pago de un elevado rescate.
Desde 2003, entre 400 y 2.000 personas -según las fuentes- han sido detenidas en Túnez acusadas de terrorismo. Al igual que ocurre en Marruecos, a Túnez se le acusa de no hacer demasiadas diferencias entre islamismo y terrorismo a la hora de practicar arrestos.
Aunque la presencia de Al-Qaida en Libia no es grande, el grupo terrorista recluta en el país de Muamar al-Gadafi e incluso algunos de sus dirigentes han sido originarios de la Jamahiriya. El grupo terrorista local, el Grupo Islámico Combatiente de Libia (GICL), que se creó para imponer un estado islámico en esta nación norteafricana y luchar contra el eterno líder libio, anunció en noviembre de 2007 su adhesión a la red liderada por Bin Laden.
Sin embargo, la mayor parte de sus combatientes se encuentran en la cárcel, y muchos se han acogido a la iniciativa liderada por el hijo de Gadafi, Seif al-Islam, para abandonar Al-Qaida y la violencia a cambio de una amnistía, con la que han sido liberados cientos de antiguos milicianos. Algunos ex dirigentes del GICL han criticado duramente los métodos de Al-Qaida, especialmente su estrategia de utilizar objetivos civiles.
El Sahel es, actualmente, el refugio natural de Al-Qaida en el Magreb Islámico y su principal área de actuación. La inmensidad y aislamiento del desierto del Sáhara, unido a la debilidad de las fuerzas de seguridad de los países de la franja sahaliana, ha propiciado un excelente escondite para los milicianos seguidores de Bin Laden.
Malí, Níger y Burkina Faso son zonas de reclutamiento de terroristas, y donde llevan a cabo gran parte de los secuestros de extranjeros con los que financian sus actividades. El contrabando de droga, tabaco y el tráfico de personas desde África hacia Europa también se ha convertido en una importante fuente de ingresos para los mercenarios de AQMI.
La permeabilidad de las fronteras, especialmente entre el norte de Mauritania y Malí, donde los terroristas retienen a sus rehenes, el sur de Túnez y Libia, y el norte de Níger, dificulta enormemente el trabajo de las fuerzas de seguridad.
La pobreza y el aislamiento de muchas poblaciones fomenta la colaboración de líderes tribales con los cabecillas de AQMI, a quienes proporcionan información sobre posibles objetivos de secuestros.
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