SEVILLA.- El espacio del jazz se ha
convertido en un campo creativo donde convergen influjos musicales
provenientes de muchos ámbitos diferentes; los músicos trabajan en un
entorno de escucha, reflexión y creación abierto, alimentado por
aportaciones y referentes que derivan de muchas fuentes. La música de
Parker, Davis, Coltrane y demás patriarcas modernos del jazz comparte
influencia y autoridad con otras músicas y experiencias sonoras
-globalizadas y relocalizadas a través de las tecnologías y medios de
comunicación audiovisuales-. Cuando el músico hace música, lo hace desde
una fluida red de referencias e interacciones culturales, se dice en Diario de Sevilla.
En Andalucía existen dos
discográficas centradas en la música de jazz: Blue Asteroid Records, en
Sevilla, y Rizoma Records, en Algeciras (ambas con un catálogo
sorprendente de músicos y música). Otras discográficas también publican
discos de jazz que llevan la firma de músicos andaluces, y hay muchos
cedés autoeditados y distribuidos por los propios músicos.
En la
antesala de todos los conciertos se pueden conseguir compactos de los
músicos que tocan, también en las plataformas digitales, en las páginas
de las discográficas o en las webs de los músicos. Estas grabaciones de
jazz, publicadas en Andalucía, reflejan la diversidad de actitudes
creativas y experiencias sonoras que caracterizan al jazz contemporáneo y
la improvisación libre.
Teniendo en cuenta el gran número de grabaciones existentes en la escena
andaluza, se puede hacer una mínima y reducida propuesta de grabaciones
que muestran la diversidad y la brillante energía creativa que vive y
genera el mundo andaluz del jazz.
Lo sobresaliente de estos músicos es
que no se limitan a reproducir modelos foráneos sino que hacen sus
lecturas del jazz reinterpretándolo desde su propia vivencia cultural,
llevándolo a su terreno personal, y transformándolo en una gran
multiplicidad de experiencias sonoras.
El jazz no es
un género musical de contornos definidos y cerrados, al contrario, es
un paisaje abierto a navegantes en busca de horizontes y espacios por
explorar.
Sin pretender crear escalafones de méritos, empezamos proponiendo aquí Juego de Astros (Rock-CD Records, 2018), de Sur Code.
Es un grupo liderado por dos músicos que también trabajan en la música
académica, el violinista cubano Igmar Alderete y el pianista cordobés
Ángel Andrés Muñoz. Hacen un jazz vigoroso y potente que transita por el
rock y la música contemporánea en una hábil y conseguida mezcla de
sonoridades.
Otro álbum a señalar es Miscelínea
(Omix Records, 2019), de Rafa Redondo, piano, y Antonio del Caño,
contrabajo -dos músicos de jazz activos en Priego de Córdoba-. En su
primer y estimulante álbum elaboran un jazz inmerso en la musicalidad
mediterránea con ecos andaluces y latinos; un disco lleno de momentos
emocionantes de gran belleza.
Igual ocurre con Verdeo
(NewSteps, 2014), del guitarrista Luís Balaguer. Supone un brillante
encuentro entre el jazz y la guitarra flamenca fuera de los tópicos
sonoros y los estereotipos formulistas del jazz-flamenco que es muy de
agradecer. A Balaguer lo acompaña un selecto grupo de músicos andaluces
de jazz: Arturo Serra (vibráfono), Pedro Cortejosa (saxos), José López
(contrabajo) y David León (percusiones).
Otra aproximación sobresaliente entre flamenco y jazz es el álbum Es hora de caminar
(Rizoma Records, 2016), del baterista Guillermo McGill, que lleva
varios años residiendo en Sevilla. Un disco espléndido con momentos
magistrales (Olha Maria, First Song, Colombiana),
que combina la sonoridad más urbana del jazz con el flamenco de sabor
latino.
Además, McGill se acompaña de un grupo que añade aún más
expectativas a la escucha del álbum: Perico Sambeat (saxo alto y
soprano), Javier Colina (contrabajo), el pianista Marco Mezquida y el
guitarrista flamenco Juan Diego Mateos.
También es esencial reseñar Pez de Babel (Blue Asteroid Records, 2018), del dúo gaditano Corleone, integrado por el inventivo Pedro Cortejosa (saxos, flautas, sintetizadores, midi y loops) y David León
(batería, percusiones y samplers).
Representa otra dimensión del jazz
que se hace en Andalucía: música improvisada, herramientas digitales y
acción-experimentación-creación en el momento de la ejecución. El cd
resume dos sesiones de improvisación libre en el estudio de grabación y
aporta momentos brillantes. Toda una experiencia sonora.
El capitán salió a comer… (Alone Records, 2016), de Marco Serrato,
es otra muestra heterodoxa del jazz en Andalucía. Improvisación libre y
únicamente el contrabajo de Serrato.
"Un capricho" en palabras de su
autor. Seis canciones cortas que cualquiera puede silbar mientras pasea
una mañana de sol. Serrato es un músico audaz y entrañable al que le
gusta arriesgarse, a su manera, en terrenos que otros no pisan. Audacia y
creatividad, ahí reside su mayor talento y también el valor de este
álbum.
Un disco a sumar a esta selección es Trío Garum
(Blue Asteroid Records, 2017), del grupo homónimo, formado por tres
músicos que se conocen bien a través de años de colaboración en
diferentes formaciones: Javier Galiana al piano,
Joan Massana en el contrabajo y David León a la batería. Es un jazz de
raíz andaluza, elegancia y sensibilidad; una música que se aleja de los
espacios comunes para sonar diferente a la vez que próxima.
Los músicos andaluces trabajan en comunicación y colaboran entre ellos
en los múltiples proyectos que desarrollan. El jazz en Andalucía es
producto de diferentes individualidades que interactúan entre sí, suman y
cooperan, conformando una escena musical viva y en desarrollo que reúne
a varias generaciones de intérpretes y compositores.
Es posible
encontrar a unos y a otros en los diferentes proyectos que emprenden,
con nombres recurrentes como los del saxofonista Pedro Cortejosa, el
contrabajista Javier Delgado, el batería Nacho Megina o el pianista
Javier Galiana, por citar algunos.
Así, en otro álbum a sumar a esta
lista, Enki (Rizoma Records, 2017), del saxofonista onubense Javier
Ortí, aparecen Julián Sánchez (trompeta), Álvaro Vieito (guitarra),
Javier Galiana (piano), Javier Delgado (contrabajo) y Nacho Megina
(batería).
Un grupo de amigos músicos que, bajo la dirección de Javier
Ortí, registran un álbum dedicado al dios de la música en el antiguo
Oriente. Eclecticismo sonoro de variedad de registros y texturas.
Igual sucede con el disco firmado por Javier Delgado y Arturo Serra, Visions Tales
(Rizoma Records, 2017), donde ambos aparecen acompañados de Álvaro
Vieito (guitarra), Juan Galiardo (teclados) y Martin Andersen (batería).
Son nombres bien conocidos de la escena andaluza que convergen en un
álbum de sonido reposado y atmosférico donde sobresalen el tranquilo
diálogo entre el vibráfono de Serra y la guitarra de Vieito y los temas
firmados por Javier Delgado, que a su calidad de instrumentista añade la
de compositor.
Hay varios ejes en torno a los cuales pivotan estos
encuentros y que a la vez colaboran en la construcción de la escena jazz
andaluza. Uno de ellos es la Andalucía Big Band,
una banda que integra a varios de los más destacados músicos de jazz
andaluces y sirve de punto de encuentro, espacio de interacción de ideas
y práctica musical que facilita el contacto personal.
Cuenta con un
primer disco publicado, Suite Trafalgar (Rizoma
Records, 2017), un álbum de obligada referencia en cualquier propuesta
discográfica que quiera reflejar el jazz actual en el sur de la
Península Ibérica.
Suite Trafalgar es una
composición de Javier Galiana que ofrece una música colorista, sugerente
y evocadora, de gran belleza, donde el mar y la costa gaditana son las
constantes temáticas. Manuel de Falla, Stravinsky, jazz y flamenco
revisitados desde la complejidad estructural y sonora de una big band.
En directo, impresiona.
Tres compactos completan esta selección. Vuelta a casa (Habibi Records, 2018), el segundo álbum del sevillano Chemón Cortés
(Ud y Cümbüs), es un álbum lleno de sensibilidad, belleza y buenas
ideas a partir de la combinación de jazz, música arábigo-andalusí y
flamenco.
Una formación de cuarteto completada por músicos sevillanos:
Nacho Botonero (vientos), Javier Delgado (contrabajo) y Antonio Montiel
(percusión).
Para los que buscan clásicos del jazz sin muchas interferencias resulta imprescindible Plays Standards
(Blue Asteroid Records, 2016) del malagueño Ernesto Aurignac en
formación de trío junto al contrabajista Pedro Campos y el batería Santi
Colomer.
Como escribe Aurignac, se trata de un disco sencillo, fácil de
escuchar y dinámico, de temas cortos, solos de breve duración y un
sonido directo, humilde y sincero. Todo desde la brillante fluidez con
la que Aurignac aborda el saxofón.
También con el saxo como instrumento solista y protagonista destaca el álbum Skylark
(Rizoma Records, 2016) de Paul Stocker, un músico californiano afincado
en Almería y muy vinculado a varias generaciones andaluzas de jazz.
El
disco recopila grabaciones del saxofonista dando cuenta de toda una vida
consagrada a esta música. Canciones populares africanas y portuguesas,
arreglos de clásicos del jazz y temas propios componen una colección que
se puede calificar de excelente.
Hay mucha más música grabada por músicos andaluces de
jazz, circula en Internet, en plataformas digitales, en las páginas de
las discográficas y en las webs de los propios músicos.
Se puede
adquirir con facilidad, la lista es larga y el nivel de calidad alto. Lo
hasta aquí referenciado es sólo una muestra. El
jazz que se hace en Andalucía es mucho más profuso y proyecta una
dimensión muy poco visibilizada de la cultura y la música andaluza
contemporánea.
Es un mundo humano y sonoro que conforma una inquieta
escena musical, emergente y viva, que reclama una mayor atención pública
e institucional. Una música sorprendente conformada por brillantes
experiencias sonoras.
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