Todo el aparato franquista, incluidas las élites,
permanecieron tan intactas que a día de hoy son perfectamente
identificables.
El pasado 3 de septiembre el líder del Partido Popular, partido político heredero de una amalgama de formaciones franquistas, afirmó
sobre el periodo conocido erróneamente como la Transición que "ni hubo
ocultación, ni sometimiento, ni miedo.
Hubo grandeza moral, sentido de
la historia, reconciliación y concordia. Propondremos una ley de
concordia que reivindique la Transición y derogue de facto la sectaria
relectura de la historia". Pero ¿existió la modélica Transición o
realmente aconteció una Sucesión franquista?
Parece increíble que
toda una sociedad, la española, compuesta por varios millones de
personas, en la actualidad unos 46,5 millones, y que cuenta con acceso
libre a información sobre esta y muchas otras cuestiones, haya concluido
de forma mayoritaria que lo ocurrido en los años posteriores a la
muerte del dictador Francisco Franco fue un periodo de reconciliación y
concordia denominado Transición, como afirma Pablo Casado, y no lo que
realmente aconteció: la sucesión determinada por Franco.
De hecho, en el año 2000 la abrumadora mayoría de los encuestados
respondió al CIS que el Rey (Juan Carlos I) había sido la figura que más
contribuyó al cambio y casi el 90% concluyó que se sentía orgulloso de
la Transición.
Estoy convencido que la asunción como verídico del relato de la
denominada Transición democrática española, en lugar de la acaecida
Sucesión franquista, se estudiará en el futuro para conocer en
profundidad cómo se construye un relato completamente ficticio y se
inocula en la ciudadanía de forma tan efectiva. Mientras tanto, lo único
que podemos hacer es intentar demolerlo con hechos objetivos e
innegables para que la luz atisbe la verdad. Y esta, ciertamente, poco
tiene que ver con la retórica oficial.
No pudo ser modélica porque fue violenta
Uno
de las claves que demuestran que el periodo mencionado dista mucho de
ser modélico y se acerca, paradójicamente, a lo negado por Pablo Casado
(ocultación, sometimiento, miedo) es el nivel de violencia. Este periodo
histórico fue el más violento de los acaecidos en Europa Occidental y
el segundo más violento de toda Europa tras Rumanía. Los diferentes
autores, desde Sophie Baby (El mito de la transición pacífica)
hasta Xavier Casals, sostienen que entre 1975 y 1981 o 1983 hubo entre
590 y 700 muertos. La Transición griega contabilizó 29 muertos. La
portuguesa menos aún.
No pudo ser de consenso porque la dirigió Juan Carlos I
Normalmente,
los verdaderos periodos de transición entre regímenes autoritarios y
democracias se caracterizan porque estos son dirigidos por
personalidades ajenas, o al menos críticas, al régimen autoritario que
queda en el pasado. Tanto si hablamos de Portugal como de Grecia, por
ejemplo, es evidente que no fueron altas personalidades afines del
régimen autoritario los que dirigieron sus transiciones, aunque la
griega tenga sus matices y parecidos a la nuestra.
De
hecho, lo normal es que las personalidades que ostentaron el poder
durante las transiciones democráticas hubieran representado la
oposición o, al menos, en un momento dado, se hubieran revelado militar o
políticamente contra el régimen autoritario. Juan Carlos I no solo fue
apadrinado por Franco, sino que llegó a ser jefe del Estado durante la
dictadura
y ni siquiera hoy se vislumbra contradicción o crítica alguna al
dictador y genocida español. Jamás se sublevó o contrarió al Caudillo.
No
se trata ni mucho menos de un rey que hubiera estado luchando contra el
franquismo desde el exilio y que una vez derrocado o muerto el líder,
hubiera vuelto al país y hubiera sido recibido con parabienes. Ni tan
siquiera de alguien que llegado el momento organizase una revuelta o un
golpe militar contra el dictador. Muchos menos podemos hablar de una
personalidad que abanderase la democracia. Juan Carlos estaba en palacio mientras Franco firmaba sentencias de muerte.
No pudo ser democrática, porque no hubo juicios ni comisiones
España,
a diferencia de muchos otros países, no optó por comisiones de la
verdad o juicios al régimen autoritario y a los responsables del mismo.
Ello resulta fundamental para que el nuevo estado pueda tener una
génesis democrática completamente desprendida del pasado. España optó por la amnistía, por la amnesia colectiva.
Los crímenes del franquismo jamás se juzgaron, ni tan siquiera se optó
por juzgar casos individuales. En Grecia, por ejemplo, fueron múltiples
los militares, incluidos altos mandos, juzgados y condenados.
No pudo ser igualitaria, porque las élites decidieron conservar el poder
Uno
de los elementos que demuestran hasta qué punto se trató de una
sucesión en lugar de una transición es la ausencia de igualdad. El alto
nivel de aforados, la inviolabilidad jurídica del rey o la ausencia de
independencia e imparcialidad de los órganos judiciales españoles y su
materialización en procesos tan obscenos como el falso juicio de la
Infanta Cristina, la no investigación de las múltiples denuncias por
corrupción y malas prácticas de Juan Carlos I, la existencia de
misterios como 'Señor X', 'Elefante Blanco' o 'M. Rajoy', el fantasma de cientos de miles de desaparecidos durante la dictadura,
los miles de casos de torturas durante el postfranquismo o el uso de la
justicia como instrumento de represión en Catalunya demuestran, ante
todo, que no somos iguales ante la ley. Y si existe un termómetro que
pueda ofrecernos la calidad democrática de un estado ese es la igualdad
ante la ley.
No pudo ser fraternal porque el aparato y las élites franquistas quedaron intactos
Si
bien es cierto que los periodos de transición están marcados por la
continuidad de una gran parte del aparato existente durante los
regímenes autoritarios, algo que se puede percibir con claridad tanto en
los procesos acaecidos en Europa Occidental como en la antigua Europa
Oriental, no lo es menos que en las verdaderas transiciones existe un
proceso de desmantelamiento o demolición de los mismos. Resulta
enormemente complejo encontrar estructuras prácticamente intactas
pasados 10, 20 o 30 años.
Sin
embargo, los movimientos militares acaecidos en España en el año
2006, con motivo de la negoción del 'Estatut' en Catalunya o en este
agosto de 2018 por la exhumación de los restos del dictador, demuestran
que las Fuerzas Armadas, si bien han vivido un proceso
de modernización, no así de democratización. Y no es el único sector de
la sociedad en el que se percibe: la judicatura, la Iglesia, el poder
económico o los partidos políticos cuentan con una bajísima calidad
democrática.
No pudo ser una transición porque fue una sucesión
En
definitiva, no pudo ser una transición democrática porque fue una
sucesión franquista. Una sucesión en la que todo el aparato franquista,
incluidas las élites, permanecieron tan intactas que a día de hoy son
perfectamente identificables.
(*) Exteniente del Ejército de Tierra de España
No hay comentarios:
Publicar un comentario