miércoles, 20 de mayo de 2020

Iván Redondo y la estrategia para reactivar la economía española / Esteban Hernández *

España cuenta con una Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo, bajo las órdenes de Iván Redondo y asesorada por un comité de expertos de la sociedad civil. Sus objetivos, “analizar de manera sistemática la evidencia empírica disponible para identificar los posibles retos y oportunidades demográficos, económicos, geopolíticos, medioambientales, sociales o educativos que España tendrá que afrontar en el medio y largo plazo, y de ayudar al país a prepararse ante ellos”, parecen particularmente pertinentes en este instante. 

Sin embargo, su actividad durante esta crisis, así como sus propuestas, son un misterio para la gran mayoría de los españoles, justo en el instante en que más necesario es encontrar caminos de salida. ¿A qué se dedica la oficina? ¿Es, como dicen sus rivales políticos, un simple mecanismo de análisis electoral, un instrumento de control estratégico, o un comisariado político? ¿O tiene mucho que aportar en un momento difícil?

El instante es complejo, porque se necesita reactivar un país que afrontará grandes dificultades: aquello que ofrecía puestos de trabajo y actividad económica, como el turismo o las pymes, tiene un mal futuro; la deuda pública subirá, lo que forzará a realizar reformas y obligará a subir impuestos para hacer frente al pago de intereses y capital; será difícil captar inversión que vaya en un sentido diferente al de adquirir bienes o empresas españoles; y tampoco contamos con los recursos de reserva precisos que permitan impulsar decididamente sectores importantes. Qué hacer para salir de esta situación es una pregunta que requiere de respuestas cuidadosas pero urgentes.

Es en este momento cuando la Oficina Nacional de Prospectiva debería tener un papel principal, porque podría ofrecer mecanismos de salida, y más aún en la medida en que la pandemia ha demostrado que carecemos de estructuras sólidas para actuar correctamente en situaciones de urgencia. El sector de la inteligencia económica lleva advirtiendo de estas debilidades desde hace mucho tiempo, y la creación de la Oficina parecía suponer un paso importante para asentar una visión de España a medio plazo que no dependiera tanto del poder político coyuntural.

Para saber en qué momento nos encontramos y ver qué respuestas puede aportar el sector de la inteligencia económica a la crisis actual, hemos consultado a diversos expertos. Por más que sus posiciones difieran y las soluciones no sean uniformes, sí hay coincidencia en el diagnóstico, en el tipo de problemas en los que se debería colocar el acento, así como en las vías de salida.

Uno de los elementos en los que hay consenso es en la necesidad de establecer estructuras de inteligencia económica permanentes en el Estado, que nos habrían venido muy bien durante la crisis. Cuando se alaba a empresas nacionales por su gestión a la hora de ayudar a comunidades autónomas a traer material sanitario durante la pandemia también se revela la deficiencia estructural, ya que la acción individual vino a paliar una carencia colectiva: esos corredores los debía tener establecidos España. Y no era difícil de prever que surgiera algún problema: como todo se fabrica en China, era sencillo anticipar que en un momento u otro podrían darse dificultades de abastecimiento en algún producto esencial y que debían existir caminos alternativos de suministro.

Contar con una estructura sólida en este sentido es importante porque permite rapidez y claridad en las respuestas y porque conforma un mecanismo estable en que todos los Estados importantes se apoyan para ampliar sus opciones y fomentar el crecimiento de su economía. España no cuenta con ella, más allá de mecanismos coyunturales que no proporcionan una visión de conjunto. En estos momentos, un instrumento de esa clase sería importante porque la salida de la crisis “va a ser una guerra”, asegura Juan Antonio Gómez Bule, analista de inteligencia y consejero de la escuela de negocios Next, lo que obliga a saber “en qué territorio estás y cómo te afectan todos los elementos geopolíticos, políticos y económicos; necesitas conocer cómo actúa tu entorno”. Veamos cuál es el contexto y qué problemas plantea.

1. Cómo crear empleo

Dada la destrucción de empresas y empleo que está provocando esta crisis, la primera acción debería enfocarse en solucionar ese problema. La cuestión es si se está en disposición de hacerlo y si hay posibilidades reales. Sobre el papel, España cuenta con opciones, como ratifica el hecho de que inversores extranjeros acudan a comprar empresas nacionales, lo que no ocurriría si se percibiera un mal futuro para ellas. Gozamos de una buena posición geoestratégica y el talento tampoco escasea, como demuestra la cantidad de personas han tenido que marcharse a trabajar fuera de España.

Existe algún inconveniente ligado a nuestra mentalidad, como el respeto tributario por los inventos ajenos (“solo cuando otros han demostrado que la innovación funciona es cuando nuestros empresarios se abren a ella, por eso somos subsidiarios siempre de metodologías estadounidenses, francesas o británicas”, como asegura Fernando Cocho, analista de inteligencia y socio de H4dm), pero las fortalezas teóricas son mayores que las debilidades.

En cuanto a sectores concretos que podrían desarrollarse, como afirma Antonio Manuel Rodríguez, analista de inteligencia en Cedegys, “hay oportunidades en las nuevas tecnologías, el software, las telecomunicaciones o las energías renovables; tenemos potencial en ciberseguridad, ya que contamos con infraestructuras, y en biotecnología y farmacología, ya que tenemos buenos laboratorios e investigadores, que suelen marcharse porque aquí no tienen desarrollo”.

2. Cómo mantener el empleo existente

Además de pensar en el futuro, es preciso conservar lo que ya tenemos. Hay quienes señalan, como afirmaba el ministro de Consumo, que España debería enfocarse hacia la innovación y la tecnología y relegar aquellos sectores que poseen escaso valor añadido, como el turismo. Se trata de una polémica irrelevante, ya que no sobran ni unos ni otros. No se puede caer en la tentación de olvidar aquello en lo que somos una potencia y que puede seguir generando trabajo e ingresos, al margen de que se creen estrategias de futuro en otros terrenos.

En el turismo, la caída de este año se da por descontada, por lo que debe ser prioritario poner las bases para no perder demasiado y para que las temporadas próximas se funcione a pleno rendimiento. En ese sentido hay que trabajar ahora. Para ello, asegura Juan Antonio Gómez Bule, analista de inteligencia y consejero de la escuela de negocios Next, es importante evitar que las empresas españolas sean adquiridas, ya que “cuando alguien compra en ese sector, se ahorra toda la inversión que han hecho nuestras firmas para convertirse en lo que son, como su modelo de hacer y su conocimiento”, pero también lo es poner en marcha un plan que mitigue la caída general de la confianza en España.

“Otros territorios van a competir con nosotros por precio, por lo que hay que desarrollar una estrategia de atracción de modernización y de gestión de la oferta”. Además, el sector también tendrá que reconsiderar cuáles son sus puntos fuertes: “En España hay muchos establecimientos que están realizando inversiones para adaptarse al momento y para mejorar la calidad del servicio, y ese va a ser un factor importante; habrá una criba y los que tengan mayor vocación de la profesionalidad van a poder salir bien de esta situación”. En el sector de las pymes ocurrirá algo similar.

3. La reindustrialización

Es uno de los asuntos en los que más se ha insistido durante la pandemia. La falta de material sanitario en los momentos más graves subrayó las grandes deficiencias de aprovisionamiento que, en muchos campos, poseen los países occidentales, y señaló inequívocamente la dependencia que se tiene de China. La necesidad de relocalización de muchos sectores está encima de la mesa, EEUU insiste especialmente en ello, y la UE ha subrayado ya que sería un momento conveniente.

Sin embargo, esas intenciones quizá no nos alcancen. En Europa, porque los países del Este serán los principales destinatarios de ese regreso de las fábricas y porque en España carecemos de una intención decidida de reintegrar lo productivo a nuestro sistema. Pero, sobre todo, porque genera contradicciones en las cuentas de beneficio de las empresas. El motivo esencial de las deslocalizaciones fue conseguir productos más baratos para que las firmas ganasen más, y no parece el momento, cuando van a estar sometidas a fuertes presiones en las bolsas y a la hora de su financiación, en que se decidan a ganar menos a cambio de contar con más seguridad.

Aunque esa sea la tendencia predominante, es probable que también se someta a reconsideraciones. Los elementos geopolíticos derivados de la desglobalización pueden empujar en esa dirección, y la tendencia hacia la protección de empresas nacionales que está desarrollándose en Alemania y Francia puede extenderse. Además, como señala Guillermo Rocafort, profesor de la Universidad Europea y experto en fondos de inversión, habrá que esperar a ver qué sucede con el transporte marítimo, que quizá en un futuro se encarezca, y analizar si las ventajas en coste de fabricar en Asia siguen siendo sustanciales.

Pero más allá de eso, y además de los sectores ya apuntados, sería conveniente reforzar, como asegura Rodríguez, “industrias secundarias que no necesitan de ventas muy grandes dentro y fuera del país, que no requieren mucho volumen, pero que sí producen trabajo. Hay sectores como los de Mondragón que lo demuestran”.

En todo caso, subraya Rodríguez, “la reindustrialización es necesaria porque existe una gran dependencia: se bloquea el estrecho de Malaca por algún motivo y dejamos de tener suministros esenciales. Es necesario hacer una lista de productos estratégicos para fabricarlos aquí, que no costaría gran trabajo ni requeriría gran inversión; bastaría con tener voluntad”.

4. La debilidad española

La competencia internacional va a ser notable. En Europa existirán tensiones, ya que el norte, y en especial Alemania, está cada vez más girado hacia los países del Este. En el caso de relocalización de las fábricas, en ese proceso de desacople de China y de regreso de la producción estratégica, Berlín está mirando a sus vecinos por la mano de obra barata y por la cercanía geográfica. España puede resultar doblemente perdedora en ese proceso, en especial si los mercados castigan nuestra elevada deuda pública en los próximos meses.

Si la economía española no se reinicia con fuerza, estaremos expuestos a ser cada vez menos dependientes de nosotros mismos. Por una parte, avisa Rocafort, existe el riesgo de que nuestra deuda sea adquirida por fondos buitre, y Argentina es un ejemplo de los males que pueden llegar a causar.

En otro sentido, los grandes fondos de inversión verán oportunidades de adquirir baratos bienes e industrias en nuestro país, y China, que cuenta con músculo financiero, también tratará de expandir su influencia. Pero no solo ellos. Cuando las adquisiciones son baratas, reúnen una pluralidad de actores interesados. “Hay que tener en cuenta que los países que antes eran emergentes ahora son pujantes y que en Asia no está solo China, sino que India, Taiwán, Camboya, o Singapur también tienen mucho potencial económico”, como señala Fernando Cocho. Además, subraya Antonio Manuel Rodríguez, en España "se están moviendo en ese sentido diversos 'lobbies', como el marroquí o el iraní; no solo se trata de los países más grandes”.

5. ¿De dónde sale la inversión?

Reindustrializar, producir y sostener sectores cuesta dinero. España no lo tiene, y es bastante probable que tenga menos en el futuro, cuando la devolución de la deuda nos cree grandes problemas. Es complicado pensar un escenario en el que el Estado pueda aportar fondos sustanciales con los que remodelar nuestra economía. Pero eso no significa que sea imposible.

En primera instancia, habría que atraer inversión a España, pero de aquella cuyo objetivo sea crear y no extraer. “La palabra inversor es bonita, pero muchas veces lo que hacen es destruir empleo. Los políticos de todos los partidos la ven bien porque introduce liquidez en el sistema, pero a menudo el capital que llega no es productivo. Compran viviendas o deuda, pero no generan nada, solo sacan rentabilidad especulativa”, afirma Rocafort.

Su propuesta consiste en gravar este tipo de inversión para desanimarla y primar aquella que busque el arraigo: “En lugar de dar subvenciones a fondos depredadores, hay que garantizar que permanezcan aquí al menos 20 años”. En este sentido, Cocho ve útil alguna medida similar a las implantadas en Holanda o Dinamarca, “que eximen de impuestos durante cinco años al inversor extranjero que aporte capital a un sector determinado”.

Además del capital extranjero interesado en la permanencia, la otra opción sería impulsar que el nacional se destine a actividades productivas. En España hay dinero, pero la mayor parte de él se destina a especular en bolsa y obtiene a menudo beneficios fiscales, “como las sicav”, por lo que sería razonable que cambiase su objetivo.

Como señala Rocafort, sería necesario impulsar el mismo movimiento en lo nacional: favorecer la inversión de capital destinada a crear empresas y trabajo con medidas de diversas clases y desanimar, también fiscalmente, a la que tenga finalidad especulativa. “Quienes tienen dinero deberían aportarlo ahora”. Además, apuesta por cambiar el criterio de residencia por el de nacionalidad a la hora de pagar impuestos, “como hace EEUU”.

6. El cambio en las empresas

En un escenario en el que la acción estatal distará de ser la necesaria, en el que las inversiones privadas productivas tampoco serán elevadas y en el que resultará complicado conseguir financiación, la actividad de los sectores empresariales cobrará especial relevancia, sobre todo en el aspecto asociativo. Lo usual es que las compañías se unan para constituir un grupo de presión y solicitar a las administraciones públicas recursos o cambios legislativos. Lo lógico sería empezar a pensar de otra manera.

Una opción razonable, asegura Cocho, consistiría en “operar a través de clústeres que integren a empresas de un sector que compartan intereses, como sucede en Francia desde hace mucho tiempo, de forma que se puedan compartir proveedores, hacer marca o desarrollarse juntas en nuevos mercados”, y llegar a acuerdos para operar de forma más eficiente, no hacerse innecesariamente la competencia, y gozar de los beneficios que ofrece el poder del tamaño.

Esto resulta terriblemente difícil en España, tanto por la falta de una actividad integrada de las administraciones, que tienden a replicar infructuosamente estructuras a nivel regional, como por la ausencia de una acción estatal coordinada que ofrezca un impulso a los sectores existentes, pero también por la mentalidad de gran parte de los empresarios, que tienden a alejarse de posibles asociaciones, mantienen una actitud muy individualista y desconfían de la gente de su sector.

Para Gómez Bule, este problema se solucionaría con liderazgo, con personas representativas de su sector que empujasen en la buena dirección. Sin embargo, tampoco es una opción sencilla porque “construir un liderazgo lleva tiempo, implica sofocar los egos, y supone exponerse en un país al que a los grandes empresarios se los critica más que se los alaba”

7. La importancia del entorno

La responsabilidad social corporativa ha sido demasiado a menudo una operación de relaciones públicas mucho más que una convicción para empresas preocupadas esencialmente por la aceptación de sus cuentas de resultados por los grandes accionistas. Sin embargo, este es el momento para que reconsideren esa postura y comiencen a pensar en la importancia que tiene el entorno, también a la hora de generar beneficios.

Como veremos en los meses venideros, los mercados no pondrán la misma confianza en una empresa española que en una alemana, y solo por el lugar en el que radica. La mejora o el declive general afectará también en lo particular. Así ocurre también a menor escala.

Del mismo modo, las administraciones públicas deben ser conscientes de esa necesidad de introducir recursos para que el entorno funcione. Fernando Cocho señala un ejemplo positivo en el caso de Jabugo. Dado que la crisis iba a producir un empobrecimiento social tremendo en la comarca, aunque no afectase a la hora de vender jamones, el ayuntamiento ha utilizado el dinero previsto para las fiestas patronales para repartirlo entre empresas del pueblo. No ha sido una ayuda enorme, ha dado mil euros al mes a cada empresario, pero les ha permitido coger oxígeno para no cerrar. Así, cuando el mercado se mueva de nuevo, las empresas no se habrán arruinado y conservarán sus empleos”.

8. Colaboración público privada

Es uno de los conceptos estrella de la crisis, y muchos sectores empresariales están insistiendo para que se articulen estos mecanismos de colaboración, que consideran imprescindibles en estos tiempos. Sin embargo, esta idea puede contribuir a la solución o convertirse en una trampa. En tiempos recientes hemos visto cómo estos planes eran simplemente aportaciones del Estado para el beneficio privado. Sería esencial invertir la tendencia y que las instituciones públicas apoyasen aquellas acciones que redunden en beneficio del conjunto de la sociedad y que construyan sectores fuertes y más empleo, en lugar de continuar por un camino más extractivo que productivo.

9. Advertencia

Las soluciones aportadas gustarán más o menos, pero ponen encima de la mesa vías de salida a problemas cruciales, al mismo tiempo que subrayan necesidades urgentes. Hace falta contar con estructuras sólidas que piensen en el futuro, que articulen mecanismos consolidados para afrontar posibles crisis, y no solo en el terreno sanitario, que ofrezcan vías de salida y que encuentren y aprovechen las oportunidades existentes. Sin ellas, todo será mucho más difícil.



(*) Jefe de Opinión de El Confidencial. Abogado y periodista



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