SEVILLA.- No se puede cuantificar con total seguridad el número
de víctimas que dejaron a su paso los 53 ataques aéreos desde el verano
de 1936 hasta abril del 39 en Almería ciudad y provincia. Eusebio Rodríguez Padilla y Fran Martín, revelan a Público, tras sacar a la luz su investigación inédita Almería bajo las bombas, como "en muchos casos los números de las víctimas son bastante inciertos en
la documentación oficial y en los hospitales, ya que señalan cifras
indeterminadas como cientos de muertos sin recoger los fallecidos de
heridas producidas en los bombardeos".
El libro Almería bajo las bombas (editorial
Círculo Rojo) recoge por primera vez como "los primeros bombardeos de la
aviación sublevada en Almería se centralizaron en debilitar al
contrario mediante la sustracción de recursos, que pudieran servir para
sustentar a la población civil" que vivió aislada gran parte de la
guerra. Rodríguez Padilla declara a Público que "se trataron de bombardeos sobre puntos sensibles de la producción y del bienestar de las personas, como pudieron ser la fábrica de luz, la del gas, combustibles de todo tipo, alimentación, etc."
Almería fue un reducto especialmente castigado durante
toda la guerra civil. "De entre las provincias del arco mediterráneo
podemos decir que Almería fue una de las ciudades que se vio más afectada por los bombardeos derivados de la Desbandá de Málaga y la presencia de un frente, como era el de Granada, donde se encontraba la 23 División del Ejército Popular republicano".
Hubo un total de 53 bombardeos durante toda la guerra civil en la provincia almeriense. El primero que dejó secuelas a la población civil tuvo lugar el 8 de noviembre de 1936.
Fue el crucero Canarias quien atracó en el puerto de Almería iniciando
una serie de ataques que sembraron el pánico entre los vecinos de la
ciudad.
El gobernador civil almeriense destacaba en el diario Adelante
como "con motivo de la cobarde agresión por parte del Canarias, Almería
y su provincia han dado una prueba más del alto espíritu de los
ciudadanos que constituye un fuerte baluarte de la República".
Antonio Rodríguez Zamora, era niño aquellos días.
Desde Huércal de Almería recordaba como el bombardeo del Canarias dejó
la fábrica Campsa hecha polvo y como "la gasolina iba ardiendo por el
mar. Ahora cuando venía la aviación sonaba la sirena y todo el mundo se
escondía".
Antonio Díaz relata en el libro cómo los refugios eran el escondite seguro para guarecerse de las bombas.
"Mi madre nos decía niños que venía la aviación y nos íbamos al
refugio. Pero al llegar estaba lleno y nos metíamos debajo de las parras
para escondernos. Antonio rememora cómo "nos ocultábamos un poquito
para que no nos diese el sol. Luego pasaba la aviación para Níjar y para
todos esos pueblos de la provincia y nosotros ya regresábamos a las
cuevas con mi madre".
El bombardeo más trágico, la noche de reyes de 1937
Solo un mes antes de la llegada de los miles y miles de refugiados de la carretera de Málaga a Almería en el episodio de la Desbandá, se vivió el mayor ataque indiscriminado contra la población almeriense,
en la noche de Reyes del 6 de enero de 1937. "Este hecho es el que más
huella ha dejado en la memoria colectiva de Almería, donde la mayoría de
las víctimas se produce en gran cantidad de entre los niños y mujeres
que descansaban en sus casas”, declara el investigador Padilla.
"El pánico empezó a correr entre las mujeres que salían de sus viviendas, agarradas de la mano de multitud de inocentes criaturas,
en busca de los refugios donde guarecerse, cuando una tercera y potente
bomba, acompañada de una rara iluminación descendió en el espacio, Los
edificios caían y familias enteras que se encontraban descansando morían
sin poder encontrar una salida" publicaba el Diario Adelante al día siguiente.
A finales de mayo de 1937, aviones alemanes de la
Legión Cóndor atacaron de nuevo la ciudad andaluza, dirigidos por la
mano directa de Hitler. Rafael Sánchez Segura solo tenía once años
cuando vivió en primera persona aquel episodio que marcaría el resto de
su vida. "No me olvidaré que aún era muy temprano cuando desde el
cortijo que tenía arrendado mi padre, vi una nube muy negra".
Segura alertó entonces de lo que veía a lo lejos, ya
que desde su casa se veía toda la bahía almeriense. Diez minutos
después aquel niño escuchó lentamente los doscientos obuses que cayeron durante una hora sobre
uno de los últimos reductos republicanos que se le resistía al ejército
de Franco. "Todo había cambiado. La mayoría de las casas estaban
destruidas". El ataque indiscriminado se saldaría con más de una
veintena de muertos.
Una población resiliente, la almeriense
La población de Almería, fue consciente de su labor
con los refugiados. "Se establecieron comercios para dotarlos de
alimentos a unos y se crearon comedores sociales de asistencia".
Además
Eusebio cuenta como en los refugios antiaéreos se ocupaban de su
seguridad, sin haber encontrado desavenencias en la documentación
consultada de preferencias de entrada.
Los almerienses vivieron día a día el terror con una conducta que se denominó La Columna del Miedo. La población no tenía más remedio que acudir a su puesto de trabajo en
la capital almeriense. Al terminar su labor se encaminaban andando o
por el medio de que dispusiera, pero la mayoría caminando, hacia las
localidades cercanas a la capital, como Huércal de Almería, Pechina,
Gádor, Viator... Por temor a ser víctima de uno de las incursiones
nocturnas realizadas por la aviación franquista.
Adra, sin espacio para tantos muertos en el cementerio
Todos los bombardeos dejaron a su paso víctimas
civiles, pero quizá uno de los más salvajes, que llama la atención por
sus secuelas, fue el ocurrido en Adra en febrero de 1937, cuando la localidad se encontraba atestada de mujeres, ancianos y niños procedentes de la Desbandá.
"En estos dos bombardeos se produjeron tantas muertes que no tuvieron cabida en el cementerio local y se tuvieron que habilitar otros lugares". En la pedanía de El Puente de Adra, recibieron sepultura casi un centenar de personas.
Esta situación límite no dejó indiferente al resto
de la población española, que mostró su solidaridad con la ciudad de
Almería, traspasando incluso fronteras.
"Podemos ver en la documentación
encontrada donaciones que se recibían de toda España y también desde el
extranjero, como la realizada por el Deán de Canterbury, quien aportó una cantidad en chelines" para la causa, concluye el investigador a Público.
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