jueves, 31 de agosto de 2017

Desaladoras: amenaza para la agricultura / Ángel Tomás *

España necesita manejar inteligentemente y de forma adecuada sus recursos hídricos;auténtica fuente de vida e indispensable alimento que da vida a la agricultura, y en especial a la mediterránea, que nutre en gran medida nuestras necesidades y la despensa europea. Los hechos que se vienen sucediendo en los últimos años demuestran diametralmente lo contrario.

Esperábamos de la alta dirección ministerial un profundo conocimiento de la relación agua-producción agrícola-alimentación y balanza comercial. O muchos de los componentes de su equipo asesor carecerían de los conocimientos y estudios sobre el terreno real necesarios e imprescindibles, cuestión que admite rectificación, o, por el contrario, los valores que esperaban los hombres y mujeres de las cuencas mediterráneas, por el camino de la testarudez, condenará a toda España al decrecimiento de la riqueza nacional agrícola. O se rectifica con rapidez, o las medidas adoptadas y puestas en marcha pasarán a la historia por erróneas y destructivas.

El Plan Nacional del Agua necesita de un gran proyecto efectivo, realizable y de rentabilidad creciente a largo plazo, pero debe prescindirse de las confrontaciones destructivas indeseables entre las distintas cuencas fluviales, como la comparación reciente del propio Ministerio entre las cuencas del Duero y la del sureste español que demuestra, con datos económicos reales, la ignorancia y la falta de solidez de tales afirmaciones. Los levantinos jamás han eludido el compromiso de solidaridad y colaboración con el resto de España.

Lo que necesita el Plan Nacional del Agua es todo lo contrario: evitar las confrontaciones territoriales internas, el servilismo, el desconocimiento del sector y las envidias. Lo que verdaderamente necesita es: estudios profundos especializados, ausencia de tensiones entre las distintas políticas económicas que deben mantenerse unidas hacia el objetivo a alcanzar, compromiso de solidaridad integral, el bien general común, y preparación especializada, sabiduría, personalidad indiscutible y dotes de mando.

La competencia corresponde exclusivamente al Estado con la colaboración de las autonomías. Sólo así se conseguirá el crecimiento de nivel social y puestos de trabajo, el saneamiento, en parte, de las arcas del Tesoro y el crecimiento de la balanza comercial y de pagos, sin olvidar la conservación medioambiental.

Al principio de los años setenta, un informe del Banco Mundial afirmaba: "El cultivo en tierras de regadíos de Levante es uno de los mejores del mundo y originará el producto más importante de la exportación española".

1) Desalar el agua del mar. Rechazar los trasvases entre cuencas, adoptados en todo el mundo, sustituyéndolos por la desalinización de aguas marinas para uso agrícola y humano, es el mayor error de política económica cometido en los últimos años en España. 

Analicemos con base en la investigación científica los resultados prácticos, y en la experiencia mundial los fundamentos de tal aseveración. El impacto sufrido por la irrigación agrícola con agua desalada del mar es de absoluta destrucción del arbolado e inutilización del suelo para el futuro. La investigación profunda, real y veraz fue obtenida de dos Escuelas Politécnicas Superiores Agrícolas, de la International Society for Mandarin Farming” (a la que pertenecen ocho países, entre ellos España, que controlan el 90% de la producción citrícola), y de las definitivas investigaciones del Laboratorio de Salinidad de EEUU, y los estudios de la Universidad de California (Citrus Industry, Tomo II), una de las de mayor experiencia en cultivos leñosos.

Se contó con análisis de aguas de desaladoras en distintos puntos geográficos, así como de suelos afectados de boro procedente del riego de agua marina y posteriormente confirma-dos por Laboratorio Homologado por la Entidad Nacional de Homologación a nivel europeo, que demuestran que hay riesgo de desaparición de la infraestructura y economía creada sucesivamente durante siglos, y se contribuye a la destrucción del ecosistema marino en las costas.

Con la desalación generalizada, los efectos agronómicos serían los siguientes, con independencia de la imposibilidad de eliminar determinados minerales pesados nocivos:

Impacto del boro en el árbol y en el suelo. El boro que porta el agua (no eliminable por desalación) es un oligoelemento que pasa fácilmente de la deficiencia a la fitotoxicidad. El árbol no cuenta con mecanismos de defensa y el acumulado en el suelo es absorbido por el mismo. El límite de tolerancia si es mayor de 1 ppm se produce fitotoxicidad, y si supera 2 ppm se secan las ramas y hay riesgo de pérdida total del árbol por “estrés del boro”. Su acumulación en el suelo por irrigación de aguas desaladas es absorbido y aumenta el pH alcalino (Chapman, 1968, Universidad de California), y origina amarilleamientos en hoja, quemaduras y manchas de Goma en las hojas, con elevada caída de las mismas en otoño.

Impacto de la sodificación del suelo en los cítricos. Problema que nada tiene que ver con la salinización, pero si se presenta por irrigación de aguas procedentes del mar, debido a la relación sodio/calcio muy superior a las aguas naturales, arruina los cultivos. El calcio es el elemento fundamental de nuestras plantaciones y esencial para la estructura del suelo, sobre todo en regiones de escasa pluviometría (Navarro, G., 1984). El sodio desplazaría al calcio, impidiendo el crecimiento del árbol, transformando el suelo en “halomórfico”; todo ello junto a la toxicidad del anión bicarbonato y del ion sodio son las causas del mal funcionamiento de las plantas.

Impacto del ion cloro en el árbol. El cloro de aguas desaladas queda descompensado con respecto a otros aniones, como ocurre con el sodio, ocasionando efectos perniciosos graves. El cloro es absorbido por la planta, derivando en envejecimiento, caída de la productividad y pérdida del arbolado. Contrarrestar el efecto cloro obliga a agregar “nitrato de cal” al agua (Cadahia, 1998 y Sonneveld, 1989).

2) Utilizar el agua procedente de pozos. Las aguas subálveas ecológicamente tienen su justificación, son las que convierten en impermeable los cauces de nuestros ríos levantinos, son la base indispensable para que discurra el agua, no sólo por nuestros ríos, sino por la red de riegos procedentes de siglos y continuamente modernizada, y además necesitan de un proceso también de desalobración. Extraerla para riegos castiga el medio ambiente, es carísimo su tratamiento para que sea útil y ecológicamente un disparate. El proceso de las aguas marinas desaladas y la desalobración de los pozos, con independencia de ser necesarias inversiones, parciales de efectividad, y de difícil amortización, sólo pueden conducir a empeorar los cultivos y en detrimento de la salud.

Si el Plan Nacional del Agua está siendo tozudamente discutido desde hace más de un siglo, y en especial en la última década, se está renunciado a la elevación de la renta per cápita, a la creación mantenida de puestos de trabajo y al bienestar social, sin olvidar el crecimiento también sostenido de la exportación de la cadena de valor del sector agroalimentario, a la industria derivada vinculada y a los múltiples sectores auxiliares que de la actividad dependen. Se ha renunciado a una buena parte de la riqueza nacional.

Es incomprensible e imperdonable que autoridades políticas de determinadas comunidades autónomas no sólo se opongan a los trasvases, sino que pidan el cierre definitivo de alguno de probado éxito, como el Tajo-Segura, que abastece del preciado elemento a tres comunidades y a otros servicios imprescindibles, como Las Tablas de Daimiel. ¿Nos merecemos esto? Juzgue el lector.


(*) Economista y empresario